sábado, 31 de agosto de 2013

SI HUBIESE SIDO UN HOMBRE DE BIEN, HUBIERA MORTO

Decís muchas veces, cuando habláis de un hombre malvado que escapa de un peligro: "Si hubiese sido un hombre de bien, hubiera muerto". ¡Pues bien! cuando decís esto, decís la verdad, porque, efectivamente, muchas veces sucede que Dios da a un espíritu, joven aun en el camino del progreso, una prueba más larga que a uno bueno, logrando éste como una recompensa debida a su mérito que su prueba sea todo lo corta posible. Así, pues, cuando os servís de ese axioma, no sospecháis que estás diciendo una blasfemia.

Si muere un hombre de bien que tiene por vecino a un perverso, os apresuráis a decir: "Mucho mejor hubiera sido que se  hubiese muerto éste". Os engañáis mucho, porque el que se va, concluyó su tarea, y el que queda, puede muy bien ser que aun no la haya empezado. ¿Por qué quisiérais, pues, que el malo no tuviese tiempo de acabarla, y que el otro quedase estacionado en la tierra? ¿Qué diríais del preso que hubiese concluído su condena y se le retuviera en la cárcel mientras se diese libertad al que no la hubiere concluído? Sabed, pues, que la verdadera libertad consiste en desprender-se de los lazos del cuerpo, y que tanto tiempo como estéis en la tierra estáis en el cautiverio.

Acostumbráos a no vituperar lo que vosotros no podéis comprender, y creed que Dios es justo en todas las cosas; muchas veces lo que os parece un mal, es un bien; pero vuestras facultades son tan limitadas, que el conjunto de lo grande se substrae a vuestros sentidos obtusos. Esforzáos en salir con el pensamiento de vuestra estrecha esfera, y a medida que os elevéis, la importancia de la vida material disminuirá a vuestros ojos, porque sólo os parecerá un incidente de la duración infinita de vuestra existencia espiritual, la sola verdadera existencia. 

- Fenelón (Espíritu). 
Sens, 1861.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 30 de agosto de 2013

PÉRDIDA DE LAS PERSONAS QUERIDAS

Cuando la muerte viene a segar en vuestras familias llevándose sin contemplación a los jóvenes antes que a los viejos, decís muchas veces: "Dios no es justo, puesto que sacrifica al fuerte y lleno de esperanza, para conservar a los que han vivido muchos años llenos de desengaños; puesto que se lleva a los que son útiles y deja a los que no sirven para nada; puesto que destroza el corazón de una madre, privándole de la inocente criatura que constituye toda su alegría".

Humanos, en este caso es cuando debéis elevaros por encima de las pequeñeces de la vida terrestre para comprender que el bien está muchas veces en donde vosotros creéis ver la ciega fatalidad del destino. ¿Por qué medís la justicia divina por el valor de la vuestra? ¿Podéis pensar que el Señor de los mundos quiera por un simple capricho, imponeros penas crueles? Nada se hace sin un fin inteligible, y cualquier cosa que suceda, todas tienen su razón de ser. Si escudriñáseis mejor todos los dolores que os atormentan, encontraríais siempre la razón divina, razón regeneradora, y vuestros miserables intereses serían una consideración secundaria que dejaríais para el último proyecto.

Creedme; la muerte a los veinte años es preferible aesos desarreglos vergonzosos que desolan familias honradas, rompen el corazón de una madre, y, antes de tiempo, hacen encanecer a los padres. La muerte prematura es muchas veces un gran beneficio que Dios concede al que se va, y que de este modo queda preservado de las miserias de la vida, o de las seducciones que pudiera haberle arrastrado a sú pérdida; el que muere en la flor de la edad, no es víctima de la fatalidad, sino que Dios juzga que le es útil el que no esté más tiempo en la tierra.

Es una terrible desgracia, decís vosotros, que una vida tan llena de esperanza, haya sido interrumpida. ¿De qué esperanza queréis hablar? ¿De las de la tierra, la que de él que se va hubiera podido brillar, hacer su carrera y su fortuna? ¡Siempre esas miras mezquinas que no pueden elevaros sobre la materia! ¿Sabéis vosotros cuál hubiera sido la suerte de esa vida tan llena de esperanza, según vosotros? ¿Quién os ha dicho que no hubiera sido llena de amargura? Entonces, para nada contáis las esperanzas de la vida futura, cuando preferís las de la vida efímera que arrastráis en la tierra? ¿Pensáis, según esto, que vale más tener un rango entre los hombres, que entre los espíritus bienaventurados?

Regocijáos, en vez de quejaros, cuando Dios quiere llevarse a uno de sus hijos de ese valle de miserias. ¿Acaso no es egoísmo el desear que se quede sufriendo con vosotros? ¡Ah! este dolor se concibe en el que no tiene fe y que ve en la muerte una separación eterna. Pero vosotros, espiritistas, vosotros sabéis que el alma vive mejor desembarazada de su envoltura corporal; madres, vosotras sabéis que vuestros hijos muy queridos, están cerca de vosotras, sí, están muy cerca, sus cuerpos fluídicos os rodean, sus pensamientos os protegen, vuestro recuerdo los embriaga de alegría, pero también vuestros dolores infundados les afligen, porque denotan falta de fe y son contra la voluntad de Dios.

Vosotros que comprendéis la vida espiritual, escuchad los latidos de vuestro corazón llamando a esos seres queridos y estimados, y si rogáis a Dios para bendecirles, sentiréis en vosotros esos consuelos poderosos que secan las lágrimas, y esas aspiraciones prestigiosas que os enseñarán el porvenir prometido por el Soberano Señor. 

- Sansón, antiguo miembro de la Sociedad Espiritista de Paris (Espíritu). 
1863.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 29 de agosto de 2013

LA FELICIDAD NO ES DE ESTE MUNDO

¡Yo no soy feliz! ¡La felicidad no se ha hecho para mí! exclama generalmente el hombre en todas las posicíones sociales. Esto, hijos míos, prueba mejor que todos los razonamientos posibles, la verdad de esta máxima del Eclesiastés: "La felicidad no es de este mundo". En efecto; ni la fortuna, ni el poder, ni tan siquiera la florida juventud, son condiciones esenciales de la dicha; diré más, tampoco lo es la reunión de esas tres condiciones tan envidiadas porque se oye sin cesar en medio de las clases más privilegladas y a las personas de todas edades quejarse amargamente de su condición de ser. Ante tal resultado, es inconcebible que las clases laboriosas y militantes envidien con tanta codicia, la posición de aquellos que la fórtuna parece haber favorecido. Allí, por más que se haga, cada uno tiene su parte de trabajo y de miseria, su parte de sufrimientos y de desengaños, por lo que nos será fácil sacar en consecuencia, que la tierra es un lugar de pruebas y de expiaciones. Así, pues, aquellos que predican que la tierra es la única morada del hombre, y que sólo en ella y en una sola existencia les será permitido alcanzar el más alto grado de félicidades que su naturaleza admite, aquéllos se engañan y engañan a los que les escuchan, atendido que está demostrado por una experiencia archisecular, que ese globo no encierra más que excepcionalmente las condiciones necesarias para la felicidad completa del individuo. En tesis general se puede afirmar que la felicidad es una utopía; en busca de la cual las generaciones se lanzan sucesivamente sin poder alcanzarla jamás, porque si el hombre sabio es una rareza en la tierra, tampoco se encuentra con mucha facilidad al hombre completamente feliz. Lo que constituye la dicha en la tierra es una cosa de tal modo efímera para aquél a quien la prudencia no guía, que por un año, un mes, una semana de completa satisfacción, todo el resto de su vida lo pasa entre amarguras y desengaños, y notad, queridos hijos, que hablo aquí de los felices de la tierra, de aquellos que son envidiados por la multitud.

Consecuentemente, sí la morada terrestre está afecta a las pruebas y a la expiación, es preciso admitir que hay en otra parte moradas más favorecidas, en las que el espíritu del hombre, aprisionado aun en la materia, posee en su plenitud los goces anexos a la vida humana. Por esto Dios ha sembrado en vuestros torbellinos esos hermosos planetas superiores, hacia los cuales vuestros esfuerzos y vuestras tendencias os harán subir un día, cuando estéis bastante purificados y perfeccionados. Con todo, no deduzcáis de mis palabras que la tierra esté destinada para siempre a ser un lugar penitenciario; no, ciertamente, porque por los progresos realizados, podéis deducir los progresos futuros, y por las mejoras sociales adquiridas, las nuevas y más fecundas mejoras. Tal es la inmensa tarea que debe realizar la nueva doctrina que los espíritus han revelado.

Así, pues, queridos míos, que os anime una santa emulación, y que cada uno de vosotros se despoje enérgicamente del hombre viejo. Os debéis todos a la vulgarización de este Espiritismo, que ha empezado ya vuestra propia regeneración. Es un debe el hacer participar a vuestros hermanos de los rayos de la luz sagrada. ¡A la obra, pues, mis queridos hijos! Que en esta reunión solemne todos vuestros corazones aspiren al objeto grandioso de preparar a las generaciones futuras un mundo en el que la felicidad no será una palabra vana. 

- Francisco-Nicolás-Madaleine, cardenal Marlot (Espíritu). 
París, 1863.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos  - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 28 de agosto de 2013

EL MAL Y EL REMEDIO

Vuestra tierra, ¿es acaso un lugar de alegría o un paraíso de delicias? ¿No resuena aún en vuestros oídos la voz del profeta? ¿No exclamó diciendo, que habria lágrimas y crujimiento de dientes, para los que nacieran en este valle de dolores? Vosotros que venís a vivir en ella, esperad lágrimas ardientes y penas amargas, y cuanto más agudos y profundos sean vuestros dolores, levantad los ojos al cielo y bendecid al Señor por haber querido probaros. ¡Oh hombres! vosotros no reconoceréis el poder de vuestro maestro, sino cuando haya curado las llagas de vuestro cuerpo y coronado vuestros días de beatitud y de alegria! ¡No conoceréis su amor sino cuando hayá adornado vuestro cuerpo con todas las glorias y le haya dado todo su resplandor y su blancura! Imitad, pues, al que se os dió como ejemplo: llegado al último grado de la abyección y de la miseria, tendido en un estercolero, dijo a Dios: "¡Señor, he conocido todos los goces de la opulencia, y me habéis reducido a la miseria más profunda; gracias, gracias, Dios mío, por haber querido probar a vuestro servidor!" ¿Hasta cuándo vuestras miradas se pararán en los horizontes marcados por la muerte? ¿Cuándo querrá vuestra alma, en fin, lanzarse más allá de los límites de una tumba? Pero si hubiéseis de llorar y sufrir toda una vida, ¿qué es eso al lado de la eternidad de la gloria reservada al que haya sufrido la prueba con fe, amor y resignación? Buscad, pues, consuelos a vuestros males en el porvenir que Dios os depare y la causa de ellos en vuestro pasado; y vosotros los que más sufrís, consideráos como los felices de la tierra.

En el estado de desencarnados, cuando estábais en el espacio, elegísteis vuestra prueba, porque os creísteis bastante fuertes para soportarla; ¿por qué murmuráis ahora? Los que habéis pedido la fortuna y la gloria, fué para sostener la lucha de la tentación y vencerla. Los que habéis pedido luchar con el espíritu y ti cuerpo contra el mal y el físico, fué porque sabíais que cuanto más fuerte sería la prueba, más gloriosa sería la victoria, y que si salíais de ella triunfantes, aun cuando vuestra carne se hubiese echado en un muladar, a su muerte dejaría escapar un alma resplandeciente de blancura, y purificada por el bautismo de la expiación y del sufrimiento.

¿Qué remedios podremos dar a los que son acosados por crueles obsesiones y males graves? Sólo uno hay infalible: la fe, levantar los ojos al cielo. Sí en el acceso de vuestros más crueles sufrimientos, vuestra voz canta al Señor, el ángel a vuestra cabecera os enseñará con su mano la señal de salvación y el lugar que debéis ocupar un día... La fe es el remedio cierto del sufrimiento; ella enseña siempre los horizontes del in finito, ante los cuales se borran esos pocos días del presente. No preguntéis, pues, qué remedio es menester emplear para curar tal úlcera o tal llaga, tal tentación o tal prueba; acordáos que el que cree, es fuerte como el remedio de la fe, y el que duda un segundo de su eficacia, es castigado al mismo tiempo, porque en el mismo instante siente las punzantes agonías de la aflicción.

El Señor ha marcado con su sello a todos los que creen en El. Cristo os dijo que con la fe se trasportan las montañas, y por mi parte os digo que al que sufre y tenga la fe por sostén, se le colocará bajo su égida y no sufrirá más; los momentos de más fuertes dolores serán para él las primeras notas de alegría en la eternidad. Su alma se desprenderá de tal modo del cuerpo, que mientras éste se retorcerá entre convulsiones, aquélla se cernirá en las celestes regiones cantando con los ángeles himnos de reconocimiento y de gloria al Señor.

¡Felices los que sufren y los que lloran! que sus almas estén alegres, porque serán premiados por Dios. 

- San Agustín (Espíritu).
París, 1863.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 27 de agosto de 2013

SUFRIR BIEN Y SUFRIR MAL

Cuando Cristo dijo: "Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados", no entendía decirlo por los que sufren en general, porque todos los que están en la tierra sufren, ya habiten el palacio, ya la cabaña; pero ¡ah! pocos sufren bien, pocos comprenden que sólo las pruebas que se sobrellevan bien son las que conducen al reino de Dios. No tener valor es una falta; Dios os niega los consuelos porque no tenéis ánimo. La oración es un sostén para el alma, pero no basta; es menester que esté apoyada en una fe viva en la bondad de Dios. Se os ha dicho a menudo que no impone una pesada carga sobre espaldas débiles, sino que la carga es proporcionada a las fuerzas, así como la recompensa será proporcionada a la résignación y al valor; la recompensa será más preciosa cuan to mayor haya sido la aflicción, pero esta recompensa es necesario merecerla, y por esto la vida está llena de tribulaciones. El militar que no entra en fuego, no está contento, porque el descanso del campamento no le procura el ascenso; sed, pues, como el militar, y no deseéis un descanso que debilitaría vuestro cuerpo y embotaría vuestra alma. Cuando Dios os envíe la lucha, quedad satisfechos. Esta lucha no es el fuego de la batalla, sino las amarguras de la vida en la que muchas veces se necesita más valor que en un combate sangriento, porque habrá quien se mantenga firme en frente del enemigo y se dejará vencer por una pena moral. El hombre no tiene recompensa para esta clase de valor, pero Dios le reserva coronas y un lugar glorioso. Cuando tengáis un motivo de pena o de contrariedad, procurad haceros superiores a él, y cuando lleguéis a dominar los impulsos de la impaciencia, de la cólera o de la desesperación, podréis decir con justa satisfacción: "He sido el más fuerte".

"Bienaventurados los afligidos", puede, pues, traducirse de este modo: Bienaventurados aquellos que tienen ocasión de probar su fe, su firmeza, su perseverancia y su sumisión, a la voluntad de Dios, porque tendrán centuplicados los goces que les faltan en la tierra, y después del trabajo vendrá el descanso. 

- Lacordaire (Espíritu).
Havre, 1863.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 26 de agosto de 2013

LA ENCARNACIÓN

Límites de la encarnación

24. "¿Cuáles son los límites de la encarnación?"

Propiamente hablando, la encarnación no tiene límites bien marcados, si se entiende por tal la envoltura que constituye el cuerpo del espíritu atendido que la materialidad de esta envoltura, disminuye a medida que el espíritu se purifica. En ciertos mundos más adelantados que la tierra, es menos compacta, menos pesada y menos grosera, y por consiguiente, sujeta a menos vicisitudes; a un grado más elevado, es diáfana y casi fluídica; de grado en grado se desmaterializa y acaba por confundirse con el periespíritu. Según el mundo en que debe vivir el espíritu, toma éste la envoltura apropiada a la naturaleza de aquel mundo.

El mismo periespíritu sufre transformaciones sucesivas; se hace cada vez más etéreo hasta la completa depuración, que constituye la esencia de los espíritus puros. Si mundos especiales están afectos, como estaciones, a los espíritus muy adelantados, estos últimos no están sujetos a ellos como en los mundos inferiores; el estado libre en que se encuentran les permiten transportarse a todas las partes a que les llaman las misiones que les son confiadas.

Si se considera la encarnación desde el punto de vista material, como tiene lugar en la tierra, se puede decir que está limitada a los mundos inferiores; por consiguiente, depende del espíritu desembarazarse de ella más pronto, trabajando para su purificación.

Debe también considerarse que en el estado errante, es decir, en el intervalo de las existencias corporales, la situación del espíritu está en relación con la naturaleza del mundo al que le liga su grado de adelanto; así es que en la erraticidad, es más o menos feliz, libre e ilustrado, según esté más o menos desmaterializado.

- San Luis (Espíritu). 
París, 1859.

Necesidad de la encarnación

25. "¿ Es un castigo la encarnación y están sujetos a ello sólo los espíritus culpables?"

El tránsito de los espiritus por la vida corporal es necesario para que éstos puedan cumplir, con el auxilio de una acción material, los designios cuya ejecución les confía Dios; es necesario para ellós mismos, porque la actividad que están obligados a desplegar, ayuda al desarrollo de la inteligencia. Siendo Dios soberanamente justo, debe hacer parte igual a todos sus hijos; por esto da a todos un mismo punto de partida, la misma aptitud, las "mismas obligaciones que cumplir y la misma libertad de obrar", todo privilegio sería una preferencia, y toda preferencia una injusticia. Pero la encarnación, para todos los espíritus, sólo es un estado transitorio; es un deber que Dios les impone al empezar su vida, como primera prueba del uso que harán de su libre albedrío. Los que desempeñan este deber con celo, pasan rápidamente y con menos pena los primeros grados de iniciación y gozan más pronto del fruto de sus trabajos. Por el contrario, aquéllos que hacen mal uso de la libertad que Dios les ha concedido, retardan su adelanto; así es que por su obstinación, puede prolongarse indefinidamente la necesidad de reencarnarse, y entonces es cuando la encarnación viene a ser un castigo.

- San Luis (Espíritu).
París, 1859.

26.  Nota de Allan Kardec: Una comparación vulgar hará comprender mejor esta diferencia. El estudiante no obtiene los grados de la ciencia sino después de haber recorrido la serie de clases que a ellos conducen. Esas clases, cualquiera que sea el trabajo que exijan, son un medio de llegar al fin, y no un castigo. El estudiante laborioso abrevia el camino, y encuentra en él menos abrojos; lo contrario sucede al que por pereza y negligencia le obligan a duplicar ciertas clases. No es, pues, el trabajo de una clase lo que constituye el castigo, sino la obligación de volver a empezar el mismo trabajo.

Lo mismo sucede al hombre en la tierra. Para el espíritu del salvaje, que está casi al principio de la vida espiritual, la encarnación es un medio de desenvolver su inteligencia; pero para el hombre ilustrado cuyo sentido moral está muy desarrollado, y que está obligado a redoblar las jornadas de una vida corporal llena de angustias, cuando podía ya haber llegado al fin, es un castigo por la necesidad en que está de prolongar su morada en los mundos inferiores y desgraciados. Por el contrario, aquel que trabaja activamente en su progreso moral, puede, no sólo abreviar la duración de la encarnación moral, sino pasar de una sola vez los grados intermedios que le separan de los mundos superiores.

¿No podrían los espíritus encarnarse sólo una vez en el mismo globoy cumplir sus diferentes existencias en esferas también diferentes? Sería admisible esta opinión cuando todos los hombres estuviesen en la tierra, exactamente en el mismo nivel intelectual y moral. Las diferencias que existen entre ellos, desde el salvaje hasta el hombre civilizado, manifiestan los grados que están llamados a recorrer. Por otra parte, la encarnación debe tener un objeto útil; de otro modo, ¿cuál sería el de las encarnaciones efímeras de los niños que mueren en edad temprana? Hubieran sufrido sin provecho para ellos ni para otro; Dios, cuyas leyes son soberanamente sabias, no hace nada inútil. Por la reencarnación en el mismo globo, ha querido que los mismos espíritus encontrándose de nuevo en contacto, tuviesen ocasión de reparar sus faltas recíprocas: por el hecho de sus relaciones anteriores, ha querido además fundar los lazos de familia en una base espiritual, y apoyar en una ley de la naturaleza los principios de solidaridad, de fraternidad y de igualdad.


Extraído del Capítulo IV - Nadie puede ver el reino de Dios sino aquel que renaciere de nuevo - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

domingo, 25 de agosto de 2013

PROGRESIÓN DE LOS MUNDOS

El progreso es una de las leyes de la naturaleza; todos los seres de la creación animados e inanimados están sometidos a la voluntad de Dios, que quiere que todo se engrandezca y prospere. La misma destrucción que a los hombres parece el término de las cosas, sólo es un medio de llegar por la transformación a un estado más perfecto, porque todo muere para volver a nacer, y nada vuelve a entrar en la nada.

Al mismo tiempo que los seres vivientes progresan moralmente, los mundos que habitan progresan materialmente. El que pudiera seguir a un mundo en sus diversas fases desde el instante en que se aglomeraron los primeros átomos que sirvieron para constituirlo, lo vería recorrer una escala incesantemente progresiva, por grados insensibles para cada generación y ofrecer a sus habitantes una morada más agradable a medida que éstos adelantan en el camino del progreso. De este modo marcha paralelamente al progreso del hombre, el de los animales, sus auxiliares, el de los vegetales y el de la habitación, porque no hay nada estacionario en la naturaleza. ¡Cuán grande y digna de la majestad del Criador es esta idea! y por el contrario, ¡cuán pequeña e indigna de su poder es aquélla que concentra su solicitud y su providencia en el imperceptible grano de arena de la tierra, y concreta la humanidad a algunos hombres que la habitan!

La tierra, siguiendo esta ley, ha estado material y moralmente en una situación inferior a la que tiene hoy, y alcanzará, bajo esta doble relación, un grado más avanzado. Ha llegado ya a uno de sus períodos de transformación, en que de mundo de expiación va a pasar a un mundo regenerador; entonces los hombres serán en ella felices porque reinará la ley de Dios.

- San Agustín (Espíritu). 
París, 1862.


Extraído del Capítulo III - Hay muchas moradas en la casa de mi Padre - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 24 de agosto de 2013

MUNDOS REGENERADORES

Entre esas estrellas que resplandecen en la bóveda azulada, ¡cuántos mundos hay como el vuestro designados por el Señor para expiación y para prueba! Pero los hay también más miserables y mejores, así como los hay transitorios que pueden llamárseles regeneradores. Cada torbellino planetario, corriendo en el espacio alrededor de un foco común, arrastra con él sus mundos primitivos, de destierro, de prueba, de regeneración y de felicidad. Se os ha hablado de esos mundos en donde es colocada el alma naciente, cuando ignorante aún del bien y del mal, puede marchar hacia Dios, dueña de si misma, en posesión de su libre albedrío; se os ha hablado de cuán amplias facultades ha sido dotada el alma para hacer el bien; pero ¡ah! las hay que sucumben y no queriendo Dios anonadarlas, las permite ir a esos mundos en donde, de encarnaciones en encarnaciones, se purifican, se regeneran y se harán dignas de la gloria que se les ha destinado.

Los mundos regeneradores sirven de transición entre los mundos de expiación y los mundos felices; el alma que se arrepiente encuentra allí la calma y el reposo acabándose de purificar. Sin duda en esos mundos el hombre está aun sujeto a las leyes que rigen la materia; la humanidad experimenta vuestras sensaciones y vuestros deseos, pero está dispensada de las pasiones desordenadas de las que sois esclavos; allí no existe el orgullo que hace callar el corazón, la envidia que lo tortura y el odio que lo ahoga; la palabra amor está escrita en todas las frentes, y una perfecta equidad arregla las relaciones sociales; todos reconocen a Dios y procuran ir a El siguiendo sus leyes.

Con todo, allí no se encuentra aún la perfecta felicidad, pero sí su aurora. El hombre aun es carnal y por lo mismo está sujeto a vicisitudes de las que no se eximen sino los seres completamente desmaterializados; aun quedan pruebas que pasar, pero no tienen las punzantes amarguras de la expiación. Esos mundos, comparados con la tierra, son muy felices y muchos de entre vosotros estaríais satisfechos de quedaros allí porque es la calma después de la tempestad, la convalecencia después de la cruel enfermedad; pero el hombre menos entregado a las cosas materiales, entrevé mejor el porvenir que vosotros, comprende que hay otros goces que el Señor promete a aquellos que se hacen merecedores de ellos, cuando la muerte ha segado de nuevo sus cuerpos para darles la verdadera vida. Entonces será cuando el alma libre dominará todos los horizontes; ya no tendrá sensaciones materiales y groseras, sino los sentidos de un espíritu puro y celeste, aspirando las emanaciones de Dios, bajo los perfumes de amor y de caridad que se derraman de su seno.

Pero ¡ah! en esos mundos el hombre es aún falible, y el espíritu del mal no ha perdido en ellos completamente su imperio. No avanzar es retroceder, y si no está firme en el camino del bien, puede volver a caer en los mundos de expiación en donde le esperan nuevas y más terribles pruebas.

Contemplad, pues, esa bóveda azulada por la noche, a la hora del descanso y de la oración, y en esas innumerables esferas que brillan sobre vuestras cabezas, dirigid vuestras súplicas a Dios y rogadle que un mundo regenerador os abra su seno después de la expiacion de la tierra.

- San Agustín (Espíritu). 
Paris, 1862.


Extraído del Capítulo III - Hay muchas moradas en la casa de mi Padre - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 23 de agosto de 2013

MUNDOS DE EXPIACIÓN Y DE PRUEBAS

¿Qué queréis que os diga de los mundos de expiación que vosotros no sepáis ya, puesto que os hasta el considerar la tierra que habitáis? La superioridad de la inteligencia, entre un gran número de sus habitantes, indica que no es un mundo primitivo destinado a la encarnación de espíritus recién salidos de las manos del Criador. Las cualidades innatas que llevan consigo son prueba de que han vivido ya y de que han realizado cierto progreso; pero también los numerosos vicios a que se  inclinan, son indicio de una gran imperfección moral; por esto Dios los ha colocado en una tierra ingrata para expiar en ellas sus faltas por medio de un trabajo penoso y por las miserias de la vida, hasta que hayan merecido ir a un mundo más feliz.

Sin embargo, todos los espíritus encarnados en la tierra no han sido enviados por expiación. Las razas que vosotros llamáis salvajes son espíritus apenas salidos de la infancia, y que están, por decirlo así, educándose, y se desarrollan por el contacto de espíritus más avanzados. Luego vienen las razas medio civilizadas, formadas de los mismos espíritus que están progresando. Estos son, hasta cierto punto, las razas indígenas de la tierra, que se han desarrollado poco a poco después de largos períodos seculares, algunas de las cuales han podido alcanzar la perfección intelectual de los pueblos más ilustrados.

Los espíritus en expiación son en ella, si podemos expresarnos así, exóticos; han vivido ya en otros mundos, de los que han sido excluidos a consecuencia de su obstinación en el mal, y porque serían causa de turbación entre los buenos; han sido relegados por un tiempo entre los espíritus más atrasados y tiene por misión hacerles adelantar, porque han llevado consigo la inteligencia desarrollada y el germen de los conocimientos adquiridos; por esto los espíritus castigados se encuentran entre las razas menos inteligentes: son también aquellos para quienes las miserias de la vida tienen más amargura, porque hay en ellos más sensibilidad y son más probados por el contacto de las razas primitivas, cuyo sentido moral es más obtuso.

La tierra es, pues, uno de los tipos de los mundos expiatorios, cuyas variedades son infinitas; pero que tienen por carácter común el servir de lugar de destierro a los espíritus rebeldes a la ley de Dios. Ahí estos espíritus tienen que luchar, a la vez, contra la perversidad de los hombres y contra la inclemencia de la naturaleza, doble trabajo penoso que desarrolla al mismo tiempo las cualidades del corazón y las de la inteligencia. Así es como Dios en su bondad, hace que el castigo redunde en provecho del progreso del espíritu.

- San Agustín (Espíritu). 
París, 1862.


Extraído del Capítulo III - Hay muchas moradas en la casa de mi Padre - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 22 de agosto de 2013

UN REINO TERRESTRE

¿Quién mejor que yo puede comprender la verdad de estas palabras de Nuestro Señor? Mi reino no es de este mundo. El orgullo me perdió en la tierra. ¿Quién comprendería la nada de los reinos de ese mundo si yo no lo comprendiese? ¿Qué me he traído de mi reinado terrestre? Nada, absolutamente nada; y para que la lección fuese más terrible, ni siquiera lo conservé hasta la tumba. Reina fuí  entre los hombres, reina creí entrar en el reino de los cielos; ¡engañosa ilusión! ¡Qué humillación cuando en vez de ser recibida allí como soberana, vi sobre mí, y mucho más altos, hombres a quienes creía muy pequeños y que yo despreciaba porque no eran de sangre noble! ¡Oh! ¡Entonces comprendí la esterilidad de los honores y de las grandezas que con tanta avidez se buscan en la tierra! Para prepararse un lugar en este reino, es necesario la abnegación, la humildad, la caridad en toda su celeste práctica, y la benevolencia para todos; nadie os pregunta lo qué habéis sido, qué rango habéis ocupado, sino el bien que habéis hecho, las lágrimas que habéis enjugado. ¡Ah! Jesús, tú lo has dicho, tu reino no es de la tierra porque es preciso sufrir para llegar al cielo, y las gradas del trono no aproximan a él: los senderos más penosos de la vida son los que conducen allí; buscad, pues, el camino a través de los abrojos y de las espinas y no entre flores. Los hombres corren tras los bienes terrestres como si debieran conservarlos siempre; pero aquí ya no hay ilusión, ven muy pronto que solo se asieron a una sombra y despreciaron los únicos bienes sólidos y duraderos, los únicos que les sirven en la celeste morada, los solos que pueden franquearles la entrada. Tened piedad de aquellos que no ganaron el reino de los cielos; ayudadles con vuestras oraciones, porque la oración aproxima al hombre al Todopoderoso; es el eslabón que une el cielo a la tierra; no lo olvidéis.

- Una reina de Francia (Espíritu). 
Havre, 1863.


Extraído del Capítulo II - Mi reino no es de este mundo - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 21 de agosto de 2013

LA CRUZADA POR LA PAZ

Un día Dios, en su caridad inagotable, permitió al hombre viera que la verdad atravesaba las tinieblas; este día fué el advenimiento de Cristo. Después de la luz viva, volvieron las tinieblas; el mundo, después de las alternativas de verdad y de obscuridad, se perdia de nuevo. En ese momento es cuando los espíritus, semejantes a los profetas del Antiguo Testamento, os hablan y advierten; ¡el mundo está conmovido en sus cimientos: el trueno rugirá, estad firmes!

El Espiritismo es de orden divino, puesto que descansa en las mismas leyes de la naturaleza; y creed que todo lo que es de orden divino, tiene un objeto grande y útil. Vuestro mundo se perdía; la ciencia, desarrollada a expensas de lo que es de orden moral, conduciéndoos al fin material, redundaba en provecho del espíritu de las tinieblas. Vosotros lo sabéis, cristianos; el corazón y el amor deben marchar unidos a la ciencia. El reino de Cristo ¡ah! después de dieciocho siglos, y a pesar de la sangre de tantos mártires, aun no ha llegado. Cristianos, volved al maestro que quiere salvaros. Todo le es fácil al que cree y ama; el amor le llena de un goce inefable. Sí, hijos míos; el mundo está conmovido, los espíritus buenos os lo dicen a menudo, dobláos bajo el soplo precursor de la tempestad, a fin de que no seáis derribados; es decir, preparáos, y no os parezcáis a las vírgenes locas que estaban desprevenidas a la llegada del esposo.

La revolución que se prepara es más bien moral que material; los grandes espíritus, mensajeros divinos, inspiran la fe para que todos vosotros, operarios, esclarecidos y ardientes, hagáis oír vuestra humilde voz; porque vosotros sois el grano de arena, y sin granos de arena no habría montañas. Así, pues, que esta expresión "somos pequeños", no tenga sentido para vosotros. A cada uno su misión, a cada uno su trabajo ¿No construye la hormiga el edificio de su república y los animalitos imperceptibles no levantan acaso continentes? La nueva cruzada ha empezado; apóstoles de una paz universal y no de la guerra, san Bernardos modernos, mirad y marchad adelante: la ley de los mundos es la ley del progreso.

- Fenelón (Espíritu). 
Poitiers, 1861.


Extraído del Capítulo I - Yo no he venido a destruir la ley - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 20 de agosto de 2013

LA NUEVA ERA

Dios es único, y Moisés el espíritu que Dios envió en misión para darle a conocer, no sólo a los hebreos sino a los pueblos paganos. El pueblo hebreo, fue el instrumento del que Dios se valió para hacer su revelación or medio de Moisés y los profetas, pues las vicisitudes de este pueblo eran a propósito para impresionar y rasgar el velo que ocultaba a los hombres la divinidad.

Los mandamientos de Dios dados por Moisés envuelven el germen de la más alta moral cristiana; los comentarios de la Biblia restringían el sentido, porque puesta en obra en toda su pureza, no se hubiera comprendido; pero los diez mandamientos de Dios no dejaron por esto de ser el frontispicio brillante, como el faro que debía iluminar a la humanidad en el camino que tenía que recorrer.

La moral enseñada por Moisés era apropiada al estado de adelanto en que se encontraban los pueblos que debía regenerar, y estos pueblos, medio salvajes en cuanto al perfeccionamiento de su alma, no hubieran comprendido que se pudiese adorar a Dios de otra manera que por medio de holocaustos, ni que hubiese de perdonarse al enemigo. Su inteligencia, notable respecto de las cosas materiales y aun respecto de las artes y de las ciencias, estaba muy atrasada en moralidad, y no se hubiera sujetado al imperio de una religión enteramente espiritual; les era necesario una representación semi-material tal como la ofrecía entonces la religión hebrea. Así es que los holocaustos hablaban a sus sentidos, mientras que la idea de Dios hablaba a su espíritu.

Cristo fué el iniciador de la más pura moral, la más sublime, de la moral evangélica cristiana que debe renovar el mundo, reunir a los hombres y hacerlos hermanos; que debe hacer brotar de todos los corazones humanos la caridad y el amor al prójimo, y crear entre todos los hombres una solidaridad común; en fin de una moral que debe transformar la tierra y hacer de ella una morada para espíritus superiores a los que hoy la habitan. Es la ley del progreso, a la que está sometida la naturaleza, que se cumple, y el  Espiritismo es la palanca de que Dios se sirve para hacer avanzar a la humanidad.

Han llegado los tiempos en que las ideas morales deben desarrollarse para realizar los progresos que entran en los designios de Dios, siguiendo el mismo camino que han recorrido las ideas de libertad y que fueron sus precursores. Pero no creais que este desarrollo se realice sin luchas, no; esas ideas necesitan, para llegar a la madurez, sacudimientos y discusiones, con el fin de que llamen la atención de las masas; una vez fijada la atención, la hermosura y la santidad de la moral impresionarán a una ciencia que les da la clave de la vida futura y les abre las puertas de la eterna felicidad. Moisés fué el que abrió el camino; Jesús el que continuó la obra; el Espiritismo la concluirá. 

- Un Espíritu israelita. 
Mulhouse, 1861.


Extraído del Capítulo I - Yo no he venido a destruir la ley - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 19 de agosto de 2013

HAN LLEGADO LOS TIEMPOS

Los espíritus del Señor que son las virtudes de los cielos, se esparcen por toda la superficie de la tierra como un ejército inmenso, apenas han recibido la orden; parecidos a las estrellas que caen del cielo, vienen a iluminar el camino y a abrir los ojos a los ciegos.

En verdad os digo, que han llegado los tiempos en que todas las cosas deben ser restablecidas en su verdadero sentido, para disipar las tinieblas, confundir a los orgullosos y glorificar a los justos.

Las grandes voces del cielo retumban como el sonido de la trompeta, y se reunen los coros de ángeles. Hombres, os convidamos a este divino concierto; que vuestras manos pulsen la lira; que vuestras voces se unan y que en himno sagrado se extiendan y vibren de una a otra parte del Universo.

Hombres, hermanos a quienes amamos, estamos a vuestro lado: amáos también unos a otros, y decid desde el fondo de vuestro corazón, haciendo la voluntad del Padre que está en el cielo: ¡Señor! ¡Señor! y podréis entrar en el reino de los cielos.

- El Espíritu de Verdad.


Extraído del Prefacio de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.