segunda-feira, 30 de setembro de 2013

EL AMOR ES DE ESENCIA DIVINA

El amor es de esencia divina, y desde el primero hasta el último poseéis en el fondo del corazón la chispa de ese fuego sagrado. He aquí un hecho que podéis haber observado muchas veces: el hombre más abyecto, más vil y más criminal, siente por un ser o por un objeto cualquiera un afecto vivo y ardiente a prueba de todo lo que tendiera a disminuirlo, que toma a menudo proporciones sublimes.

He dicho por un ser o por un objeto cualquiera porque hay entre vosotros individuos que prodigan los tesoros de amor de que su corazón rebosa, a los animales, a las plantas y aun a los objetos materiales; especie de misántropos, que se quejan de la humanidad en general, que se resisten a la inclinación natural de su alma y que buscan a su alrededor afecto y simpatía. Esos rebajan la ley de amor al estado de instinto. Pero por más que hagan, no podrán sofocar el gérmen vivo que Dios, al crearlos, deposító en su corazón: este germen se desarrolla y engrandece con la moralidad y la inteligencia, aunque muchas veces comprimido por el egoísmo, es origen de santas y dulces virtudes que constituyen los afectos sinceros y duraderos, y os ayudan a subir el camino, escarpado y árido de la existencia humana.

Hay algunas personas a quienes repugna la prueba de la reencarnación, en el sentido de que otras participen de las simpatías afectuosas a que están celosas. ¡Pobres hermanos! vuestro afecto os hace egoístas; vuestro amor está limitado a un círculo íntimo de parientes o amigos, y todos los otros os son indiferentes. Pues bien, para practicar la ley de amor tal como Dios la entiende, es preciso que lleguéis por grados a amar a todos vuestros hermanos indistintamente. La tarea será larga y difícil, pero se cumplirá: Dios lo quiere, y la ley de amor es el primero y más importante precepto de vuestra nueva doctrina, porque aquella es la que debe un día matar al egoísmo, bajo cualquier forma que se presente; porque además del egoísmo personal, hay también el egoísmo de familia, de casta, de nacionalidad. Jesús dijo: "Ama a tu prójimo como a tí mismo", ¿pero, cuál es el límite de tu prójimo? ¿Es, acaso, la familia, la secta, la nación? No, es la humanidad entera. En los mundos superiores, el amor mutuo armoniza y dirige a los espíritus avanzados que los habitan; y vuestro planeta, destinado a un progreso próximo para su transformación social, verá practicar por sus habitantes esta sublime ley, reflejo de la Divinidad.

Los afectos de la ley de amor son el mejoramiento moral de la raza humana y la felicidad durante la vida terrestre. Los más rebeldes y más viciosos deberán reformarse cuando vean los beneficios producidos por esta práctica: No hagáis a los otros lo que no quisiéreis que os hicieran a vosotros, pero hacedles, por el contrario, todo el bien que podáis.

No creáis en la esterilidad y endurecimiento del corazón humano; a pesar suyo, cede al amor verdadero; es un imán al que no se puede resistir, y el contacto de ese amor vívifíca y fecunda los gérmenes de esa virtud que está en vuestro corazón en estado latente. La tierra, morada de prueba y de destierro, será entonces purificada por ese fuego sagrado, y verá practicar la caridad; la humildad, la paciencia, la adhesión, la abnegación, la resignación, el sacrificio, todas las virtudes hijas del amor. No os canséis, pues, de escuchar las palabras de Juan Evangelista; ya lo sabéis: cuando las dolencias y la vejez suspendieron el curso de sus predicaciones, sólo repetía estas dulces palabras: "Hijitos míos, amáos unos a otros". 

Queridos y estimados hermanos, aprovecháos de las lecciones; su práctica es difícil, pero el alma saca de ellas un bien inmenso. Creedme, haced el esfuerzo sublime que os pido: "Amáos" muy pronto veréis la tierra transformada en Elíseo, donde las almas de los justos vendrán a gozar del reposo. 

- Fenelón (Espíritu). 
Bordeaux, 1861.


Extraído del Capítulo XI - Amar al prójimo como a sí mismo - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

domingo, 29 de setembro de 2013

LA LEY DE AMOR

El amor resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia, y los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso realizado. El hombre en su origen sólo tiene instintos; más adelantado y corrompido, sólo tiene sensaciones; pero instruído y purificado, tiene sentimientos, y el punto exquisito del sentimiento es el amor; no el amor en el sentido vulgar de la palabra, sino ese sol interior que condensa y reúne en su ardiente foco todas las aspiraciones y todas las revelaciones sobrehumanas. La ley de amor reemplaza a la personalidad por la fusión de los seres, y aniquila las miserias sociales. ¡Feliz aquel que, elevándose sobre su humanidad, quiere con grande amor a sus hermanos doloridos! ¡Feliz aquel que ama, porque no conoce ni la carestía del alma ni la del cuerpo; sus pies son ligeros y vive como transportado fuera de sí mismo! Luego que Jesús hubo pronunciado esta divina palabra: amor, hizo con ella estremecer a los pueblos, y los mártires, embriagados de esperanza, descendían al circo.

El Espiritismo, a su vez viene a pronunciar la segunda palabra del alfabeto divino; estad atentos, porque esa palabra levanta la piedra de las tumbas vacías, y la "reencarnación", triunfando de la muerte revela al hombre ofuscado su patrimonio intelectual; ya no le conduce a los suplicios, sino a la conquista de su ser elevado y transfigurado. La sangre ha rescatado al espíritu y el espíritu debe rescatar hoy al hombre de la materia.

He dicho que el hombre en su principio sólo tiene instintos; aquel, pues, en quien dominan los instintos está más próximo al punto de partida que al fin. Para adelantar hacia éste, es preciso vencer los instintos en provecho de los sentimientos, es decir, perfeccionar éstos sofocando los gérmenes latentes de la materia. Los instintos son la germinación y los embriones del sentimiento; llevan consigo el progreso, como la bellota encierra la encina; y los seres menos avanzados son los que permanecen avasallados por sus instintos. El espíritu debe ser cultivado como un campo: toda la riqueza futura depende del trabajo presente, y más que bienes terrestres os traerá la gloriosa elevación; entonces será cuando, comprendiendo la ley de amor que une a todos los seres, buscaréis en ella los suaves goces del alma, que son los preludios de los goces celestes.

- Lázaro (Espíritu).
París, 1862.


Extraído del Capítulo XI - Amar al prójimo como a sí mismo - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 28 de setembro de 2013

LAS IMPERFECCIONES DE LOS OTROS

"Si nadie es perfecto, ¿se sigue de esto que nadie tiene el derecho de corregir a su vecino?"

Seguramente que no, puesto que cada uno de vosotros debe trabajar para el progreso de todos, y sobre todo de aquellos cuya tutela se os ha confiado; pero hay una razón para hacerlo con moderación, con un fin útil, y no como se hace la mayor parte de las veces por el placer de denigrar. En este último caso la censura es una maldad; en el primero es un deber que la caridad manda cumplir con toda prudencia posible, y aun la censura que se quiere hacer a otro, debe uno hacérsela a sí mismo al propio tiempo y preguntarse si también la merece. 

- San Luis (Espíritu). 
París, 1860.

"¿Es uno reprensible por observar las imperfecciones de los otros cuando no puede resultar ningún provecho para ellos, aun cuando no las divulgue?"

Todo depende de la intención; ciertamente no está prohibido ver el mal cuando el mal existe, y aun habría inconveniente en ver por todas partes el bien; esta ilusión perjudicaria al progreso. Lo malo es hacer recaer esta observación en detrimento del prójimo, desacreditándole, sin necesidad, en la opinión. Sería también reprensible haciéndolo para complacerse a sí mismo en sus sentimientos de malevolencia y de alegría al encontrar a los otros en falta. Lo contrario sucede cuando echando un velo sobre el mal para el público, se limita uno a observarlo para su provecho personal, es decir, para estudiarse y evitar lo que se censura en los otros. Por lo demás, esta observación, ¿no es acaso, útil, al moralista? ¿Cómo pintaría los males de la humanidad si no estudiase los modelos? 

- San Luis (Espíritu). 
París, 1860.

"¿Hay casos en que sea útil el descubrir el mal de otro?"

Esta pregunta es muy delicada, y aquí es cuando debe recurrirse a la caridad bien comprendida. Si las imperfecciones de una persona sólo dañan a ella misma, nunca hay utilidad en hacerlas conocer; pero si pueden ocasionar perjuicio a otro es menester preferir el interés del mayor número al interés de uno solo. Según las circunstancias, descubrir la hipocresía y la mentira, puede ser un deber, porque vale más que un hombre caiga que no que muchos vengan a ser su ludibrio y sus víctimas. En tal caso, se han de pesar las ventajas y los inconvenientes.

- San Luis (Espíritu). 
París, 1860.


Extraído del Capítulo X - Bienaventurados los misericordiosos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 27 de setembro de 2013

CARIDAD PARA TODOS Y AMOR DE DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS

Queridos amigos, sed severos para con vosotros mismos e indulgentes para con las debilidades de los otros; también esto es una práctica de la santa caridad que muy pocas personas observan. Todos vosotros tenéis malas inclinaciones que vencer, defectos que corregir, costumbres que modificar, todos vosotros tenéis una carga más o menos pesada que depositar para subir a la cumbre de la montaña del progreso. ¿Por qué, pues, veis tanto para el prójimo, y sois tan ciegos para vosotros mismos? ¿Cuándo, pues, cesaréis de advertir en el ojo de vuestro hermano una arista de paja que le hiere, sin mirar en el vuestro la viga que os ciega, y os hace marchar de precipicio en precipicio? Creed en vuestros hermanos los espíritus: Todo hombre bastante orgulloso para creerse superior en virtud y en mérito a sus hermanos encarnados es insensato y culpable, y Dios le castigará en el día de su justicia. El verdadero carácter de la caridad, es la modestia y la humildad que consiste en no ver superficialmente los defectos para dedicarse a hacer volver lo que hay en el bueno y virtuoso; porque si el corazón humano es un abismo de corrupción, existe siempre en algunos de sus pliegues más escondidos, el gérmen de buenos sentimientos, chispa brillante de la esencia espiritual. 

¡Espiritismo, doctrina consoladora y bendita; felices los que te conocen y se aprovechan de las saludables enseñanzas de los espíritus del Señor! Para ellos el camino es claro, y durante todo el viaje pueden leer estas palabras que les indican el medio de llegar al fin: caridad práctica, caridad de corazón, caridad para el prójimo como para sí mismo, en una palabra, caridad para todos y amor de Dios sobre todas las cosas, porque el amor de Dios resume todos los deberes y porque realmente es imposible amar a Dios sin practicar la caridad, de la que hace una ley para con todas sus criaturas.

- Dufétre, obispo de Nevers (Espíritu).
Bordeaux.


Extraído del Capítulo X - Bienaventurados los misericordiosos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 26 de setembro de 2013

SEGUID A EL DIVINO MODELO

Sed indulgentes para con las faltas de los otros, cualesquiera que sean; sólo debéis juzgar con severidad vuestras acciones, y el Señor usará de indulgencia con vosotros, así como vosotros la habréis usado para con los demás. 

Sostened a los fuertes animándoles a la perseverancia; fortificad a los débiles enseñándoles la bondad de Dios, que toma en cuenta el menor arrepentimiento; mostrad a todos el ángel del arrepentimiento extendiendo sus blancas alas sobre las faltas de los humanos, velándolas de este modo a los ojos de aquél que no puede ver lo que es impuro. Comprended toda la misericordia infinita de vuestro Padre, y no os olvidéis jamás de decirle con vuestro pensamiento; y sobre todo con vuestros actos: "Perdonad nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido". Comprended bien el valor de esas sublimes palabras: no sólo su letra es admirable, sí que también la enseñanza que encierra. ¿Qué solicitáis del Señor cuando le pedís que os perdone? Es sólo el olvido de vuestras ofensas, olvido que os deja en la nada, porque Dios se contenta con olvidar vuestras faltas, no castiga, "pero tampoco recompensa". La recompensa no puede ser el precio del bien que no se ha hecho y aun menos del mal causado, aun cuando este mal fuese olvidado. Pidiéndole el perdón de vuestras infracciones, me pedís el favor de sus gracias para no volver a caer en la falta y la fuerza necesaria para entrar en el buen camino, camino de sumisión y de amor en el que podéis añadir la reparación al arrepentimiento.

Cuando perdonéis a vuestros hermanos, no os contentéis con correr el velo del olvido sobre sus faltas; este velo es a menudo muy transparente a vuestros ojos; cuando les perdonéis, ofrecedles al mismo tiempo vuestro amor; haced por ellos lo que quisiérais que vuestro Padre celeste hiciere por vosotros. Reemplazad la cólera que mancha por el amor que purifica. Predicad con vuestro ejemplo esa caridad activa, infatigable, que Jesús os ha enseñado: predicadla como El mismo lo hizo todo el tiempo que vivió en la tierra visible a los ojos del cuerpo, y como la ha predicado también sin cesar desde que sólo es visible a los ojos del espíritu. Seguid a ese divino modelo; no os apartéis de sus pasos; ellos os conducirán al lugar de refugio en donde encontraréis el reposo después de la lucha. Cargáos, como él, con vuestra cruz, y subid penosamente, pero con ánimo, vuestro calvario; en la cumbre está la glorificación. 

- Juan, obispo de Bordeaux (Espíritu).
1862.


Extraído del Capítulo X - Bienaventurados los misericordiosos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 25 de setembro de 2013

LA INDULGENCIA

Espiritistas, hoy queremos hablaros de la indulgencia, de este sentimiento tan dulce, tan fraternal que todo hombre debe tener para con sus hermanos, pero que muy pocos practican.

La indulgencia no ve los defectos de los otros, o si los ve se guarda de hablar de ellos o de divulgarlos; por el contrario, los oculta con el fin de que sólo él los conozca; y si la malevolencia los descubre, siempre tiene a mano una excusa para paliarlos, es decir, una excusa plausible, formal y nada tiene de aquellas que queriendo atenuar la falta, la hacen resaltar con pérfida maestría.

La indulgencia nunca se ocupa de los actos malos de los demás a menos que no sea para hacer un favor, y aun así tiene cuidado de atenuarlos tanto como le es posible. No hace observaciones que choquen; ni tiene reproches a mano, sino consejos, lo más a menudo disfrazados. Cuando criticáis, ¿qué consecuencias deben sacarse de vuestras palabras? Vosotros los que vituperáis, ¿no habréis hecho tal vez lo que reprocháis, valdréis, acaso, más que el culpable? ¡Oh, hombres! ¿cuándo juzgaréis por vuestros propios corazones, vuestros propios pensamientos, vuestros propios actos, sin ocuparos de lo que hacen vuestros hermanos? ¿Cuando no abriréis vuestros ojos severos sino para vosotros mismos?

Sed, pues, severos para con vosotros e indulgentes para con los demás. Pensad en el que juzga sin apelación que ve los pensamientos secretos de cada corazón y que por consiguiente, excusa muy a menudo las faltas que vosotros vituperáis, o condena lo que excusáis, porque conoce el móvil de todos los actos y porque vosotros, que gritáis tan alto ¡anatema!, quizás habéis cometido faltas más graves.

Sed indulgentes, amigos mios, porque la indulgencia atrae, calma, corrige; mientras que el rigor desalienta, aleja e irrita.

- José, Espíritu protector. 
Bordeaux 1863.


Extraído del Capítulo X - Bienaventurados los misericordiosos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 24 de setembro de 2013

EL VERDADERO PERDÓN

Perdonar a sus enemigos es pedir perdón para si mismo; perdonar a sus amigos es darles una prueba de amistad; perdonar las ofensas es reconocer que uno se vuelve mejor. Perdonad, pues, amigos míos, a fin de que Dios os perdone, porque sois duros, exigentes, inflexibles, y si además tenéis rigor por una ligera ofensa, ¿cómo queréis que Dios olvide, cuando todos los días tenéis gran necesidad de indulgencia? ¡Oh! desgraciado aquel que dice: "Yo no perdonaré nunca", porque pronuncia su propia condenación. ¿Quién sabe, además, si descendiendo en tí mismo, no has sido tú el agresor? ¿Quién sabe, si en esa lucha que empieza por un alfilerazo y concluye por un rompimiento, tú empezaste por dar el primer golpe? ¿Si tal vez te ha escapado una palabra ofensiva? ¿Si no has usado de toda la moderación necesaria? Sin duda tu adversario no tiene razón en manifestarse demasiado susceptible, pero esto es una razón para que seas indulgente, y no merezca los reproches que le diriges. Admitamos que tú hayas sido realmente el ofendido en alguna circunstancia; ¿quién te dice que tú mismo no hayas envenenado el asunto con las represalias, y que hayas hecho degenerar en querella formal lo que fácilmente hubiera podido quedar en olvido? Si dependía de ti el impedir las consecuencias, y no lo has hecho, eres culpable. Admitamos, en fin, que no tengas ningún cargo que hacerte; entonces tendrás mucho más mérito eu demostrate clemente.

Mas hay que dos modos muy diferentes de perdonar: hay el perdón de boca y el de corazón. Muchas personas dicen que perdonan a su adversario, mientras que interiormente experimentan un placer secreto del mal que les sucede, diciendo para sí: esto es lo que él merece. Otros dicen "yo perdono" y añaden: "pero no me reconciliaré nunca; no lo volveré a ver en mi vida". ¿Acaso es esto el perdón según el Evangelio? No; porque, el verdadero perdón, el perdón cristiano, es aquel que echa un velo sobre lo pasado, el único que os será tomado en cuenta, porque Dios no se contenta con las apariencias; sondea el fondo de los corazones y los pensamientos más secretos; no se le contenta con palabras y vanos simulacros. El olvido completo y absoluto de las ofensas es propio de almas grandes; el rencor siempre es una señal de bajeza y de inferioridad. No olvidéis que el verdadero perdón se reconoce en los actos mucho más que en las palabras.

Pablo, apóstol (Espíritu).
Lyon, 1861.


Extraído del Capítulo X - Bienaventurados los misericordiosos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 23 de setembro de 2013

PERDÓN Y OLVIDO DE LAS OFENSAS

¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano? Le perdonarás no siete veces, sino setenta veces siete veces. Aquí tenéis una máxima de Jesús que debe llamar vuestra atención, y hablar muy alto a vuestro corazón. Fijáos en esas palabras de misericordia de la oración tan sencilla, tan reasumida y tan grande en sus aspiraciones que Jesús da a sus discípulos, encontraréis siempre el mismo pensamiento. Jesús, el justo por excelencia, responde a Pedro: Tú perdonarás, pero sin límites; tú perdonarás siempre que ofensa te sea hecha; tú enseñarás a tus hermanos ese olvido de sí mismo que le hace invulnerable contra el ataque, los malos procederes y las injurias; tú serás benigno y humilde de corazón no midiendo nunca tu mansedumbre; tu harás, en fin, lo que desees que el Padre celeste haga por tí; ¿ no tiene El que perdonarte muy a menudo, y cuenta, acaso, el número de veces que su perdón desciende a borrar tus faltas?

Escuchad, pues, esa respuesta de Jesús y, como Pedro, aplicáosla; perdonad, sed indulgentes, caritativos, generosos y hasta pródigos de vuestro amor. Dad, porque el Señor os dará; perdonad, porque el Señor os perdonará; bajáos, porque el Señor os levantará; humilláos, porque el Señor os hará sentar a su derecha.

Id, amigos míos, estudiad y comentad estas palabras que os dirijo de parte de Aquél que desde lo alto de los esplendores celestes, tiene siempre la vista dirigida hacia vosotros, y continúa con amor la tarea ingrata que empezó hace dieciocho siglos. Perdonad, pues, a vuestros hermanos, como tenéis necesidad de que os perdonen a vosotros mismos. Si sus actos os han perjudicado personalmente, mayor motivo tenéis para ser indulgentes, porque el mérito del perdón es proporcionado a la gravedad del mal, y no habría ninguno en perdonar los daños de vuestros hermanos si sólo os hubiesen hecho pequeñas heridas.

Espiritistas, no olvidéis nunca que tanto en palabras como en acciones, el perdón de las injurias no debe ser una palabra vana. Si os llamáis espiritistas, sedlo pues; olvidad el mal que os han podido hacer y no penséis sino en una cosa: el bien que podáis hacer. El que ha entrado en este camino, no debe separarse de él ni con el pensamiento, porque sois responsables de vuestros pensamientos, que Dios conoce. Haced, pues, que estén despojados de todo sentimiento de rencor; Dios sabe lo que mora en el fondo del corazón de cada uno. Feliz, pues, aquel que todos los días puede dormirse, diciendo: "Nada tengo contra mi prójimo". 

- Simeón (Espíritu).
Bordeaux, 1862.


Extraído del Capítulo X - Bienaventurados los misericordiosos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

domingo, 22 de setembro de 2013

EL MÉRITO Y LA RESPONSABILIDAD

Según la idea muy falsa de que uno no puede reformar su propia naturaleza, el hombre se cree dispensado de hacer esfuerzos para corregirse de los defectos en los que se complace voluntariamente, o que exigirían demasiada perseverancia; así es, por ejemplo, que el hombre inclinado a la cólera se excusa casi siempre con su temperamento, achaca la falta a su organismo, acusando de este modo a Dios, de sus propios defectos. Esto es también una consecuencia del orgullo que sc encuentra mezclado en todas sus imperfecciones.

Sin duda hay temperamentos que se prestan más que otros a los actos violentos, como hay músculos más flexibles que se prestan mejor a movimientos de fuerza, pero que no creáis que ésta sea la causa primera de la cólera y estad persuadidos de que un espíritu pacífico, aun cuando estuviese en un cuerpo bilioso, siempre será pacífico, y que un espíritu violento, en un cuerpo linfático, no será más dócil; sólo que la violencia tomará otro carácter, no teniendo un organismo propio para secundar su violencia, la cólera se concentrará, y en otro caso será expansiva.

El cuerpo no da la cólera al que no la tiene, así como tampoco los otros vicios; todos los vicios y todas las virtudes son inherentes al espíritu; sin esto, ¿en dónde estaría el mérito y la responsabilidad? El hombre contrahecho no puede enderezarse porque el espíritu no toma parte en esto, pero puede modificar lo que es del espíritu cuando tiene para ello una firme voluntad. ¿No os prueba la experiencia, espiritista, hasta dónde puede llegar el poder de la voluntad, por las transformaciones verdaderamente milagrosas que veis operarse? Decid, pues, que "el hombre sólo es vicioso porque quiere serlo"; pero que el que quiere corregirse, siempre puede hacerlo. De otro modo la ley del progreso no existiría para el hombre. 

- Hanhemann (Espíritu).
París, 1863.


Extraído del Capítulo IX - Bienaventurados los mansos y los pacíficos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 21 de setembro de 2013

LA CÓLERA

El orgullo os conduce a creeros más de lo que sois, a no poder sufrir una comparación que pueda rebajaros, a veros, por el contrario, de tal modo por encima de vuestros hermanos, sea como genio, sea como posición social, sea también como ventajas personales, que el menor paralelo os irrita y os resiente; ¿y qué sucede entonces? Que os entregáis a la cólera.

Buscad el origen de esos accesos de demencia pasajera que os asimilan al bruto, haciéndoos perder la sangre fría y la razón; buscad y encontraréis casi siempre por base el orgullo resentido. ¿Acaso no es el orgullo resentido por una contradicción el que os hace desechar las observaciones justas, el que os hace rechazar con cólera los más sabios consejos? Aun la impaciencia que causan las contrariedades, a menudo pueriles, son ocasionadas por la importancia que se da a la personalidad ante la cual se cree que todo debe doblarse.

En su frenesí, el hombre encolerizado la pega contodo, con la naturaleza bruta, con los objetos inanimados, que rompe porque no le obedecen. ¡Ah! si en esos momentos pudiera mirarse con sangre fría, se horrorizaría de sí mismo, se contemplaría muy ridículo! Con esto puede juzgar de la impresión que debe producir a los demás. Aun cuando no fuese más que por respeto a sí mismo, debería esforzarse en vencer una inclinación que le hace objeto de piedad.

Si pensase que la cólera no remedia nada, que altera su salud y aun compromete su vida, vería que es la primera víctima de ella; pero otra consideración debería sobre todo detenerle, y es la de pensar que hace desgraciados a todos los que le rodean; si tiene corazón, ¿no es un remordimiento para él hacer sufrir a los seres que más ama? ¡Y qué sentimiento tan mortal, si en un acceso de arrebato cometiese un acto que tuviera que reprocharse toda la vida! 

En conclusión, la cólera no excluye ciertas cualidades del corazón; pero impide hacer mucho bien y puede contribuir a que se haga mucho ma!; esto debe bastar para excitar a que se hagan esfuerzos para dominarla. El espiritista, además, es inducido por otro motivo, cual es el de que es contraria a la caridad y la humildad cristianas. 

- Un Espíritu protector. 
Bordeaux, 1863.


Extraído del Capítulo IX - Bienaventurados los mansos y los pacíficos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 20 de setembro de 2013

OBEDIENCIA Y RESIGNACIÓN

La doctrina de Jesús enseña por todas partes la obediencia y la resignación, dos virtudes compañeras de la dulzura, muy militantes, aunque los hombres las confunden sin razón con la negación del sentimiento y de la voluntad. "La obediencia es el consentimiento de la razón, y la resignación es el consentimiento del corazón"; las dos son fuerzas activas, porque llevan la carga de las pruebas que la insensata rebeldía vuelve a dejar caer. El cobarde no puede ser resignado, de la misma manera que el orgulloso y el egoísta no pueden ser obedientes. Jesús fué la encarnación de estas virtudes, despreciadas por la materialista antigüedad. Llegó el momento en que la sociedad romana perecía en el desfallecimiento de la corrupción, y aquél vino a hacer brillar en el seno de la humanidad agobiada los triunfos del sacrificio y del desprendimiento carnal.

Cada época lleva de este modo el sello de la virtud o del vicio que debe salvarla o perderla. La virtud de vuestra generación es la actividad intelectual; su vicio es la indiferencia moral. Digo sólo actividad, porque el genio se eleva de repente y descubre de una sola ojeada los horizontes que la multitud verá después de él, mientras que la actividad es la reunión de los esfuerzos de todos para alcanzar un objeto menos brillante, pero que prueba la elevación intelectual de una época. Sometéos al impulso que venimos a dar a vuestros espíritus; obedeced a la gran ley del progreso, que es la palabra de vuestra generación. ¡Desgraciado el espíritu perezoso cuyo entendimiento se embota! ¡Desgraciado! porque nosotros, que somos los guias de la humanidad que marcha, les daremos con el látigo y forzaremos su voluntad rebelde con el doble esfuerzo del freno y la espuela; toda resistencia orgullosa deberá ceder tarde o temprano; pero felices aquellos que son humildes, porque prestarán oído dócil a las enseñanzas.

- Lázaro (Espíritu).
París, 1863.


Extraído del Capítulo IX - Bienaventurados los mansos y los pacíficos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 19 de setembro de 2013

LA PACIENCIA

El dolor es una bendición que Dios envía a los elegidos; no os aflijáis, pues, cuando sufrís, sino por el contrario, bendecid a Dios Todopoderoso que os ha señalado el dolor en la tierra para la gloria en el cielo.

Sed pacientes; la paciencia también es una caridad, y vosotros debéis practicar la ley de caridad enseñada por Cristo, enviado de Dios. La caridad que consiste en la limosna que se da a los pobres, es la más fácil de todas: pero hay una mucho más penosa, y por consecuencia mucho más meritoria: es "la de perdonar a aquellos que Dios ha colocado a nuestro paso para ser instrumentos de nuestros sufrimientos y poner nuestra paciencia a prueba".

La vida es difícil, ya lo sé; se compone de mil frioleras que son alfilerazos que acaban por herir; pero es menester mirar los deberes que se nos han impuesto, los consuelos y las compensaciones que por otra parte tenemos, y entonces veremos que las bendiciones son mucho más numerosas que los dolores. La carga parece menos pesada cuando miramos a la altura que cuando doblamos la frente hacia el suelo.

Animo, amigos, Cristo es vuestro modelo; sufrió más que ninguno de vosotros, y nada tenía que echarse en cara, mientras que vosotros tenéis que expiar vuestro pasado y fortificaros para el porvenir. Sed, pues, pacíficos; sed cristianos; esta palabra lo enseña todo.

- Un Espíritu amigo. 
Havre, 1862.


Extraído del Capítulo VIII - Bienaventurados los limpios de corazón - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 18 de setembro de 2013

LA AFABILIDAD Y LA DULZURA

La benevolencia para con sus semejantes, fruto del amor al prójimo, produce la afabilidad y la dulzura que son su manifestación. Sin embargo, no siempre debemos fiarnos de las apariencias; la educación y las costumbres del mundo pueden dar el barniz de estas cualidades. ¡Cuántos hay cuya fingida bondad sólo es una máscara para el exterior, un hábito cuyo corte calculado disimula las deformidades ocultas! El mundo está lleno de esas gentes que tienen la sonrisa en los labios y el veneno en el corazón; "que son dulces con tal que nadie les incomode, pero que muerden a la menor contrariedad; cuya lengua dorada, cuando hablan cara a cara, se cambia en dardo envenenado cuando están ausentes". A esa clase pertenecen también esos hombres que son benignos fuera de casa y que dentro, tiranos domésticos, hacen sufrir a su familia y a sus subordinados el peso de su orgullo y de su despotismo; parece que quieren desquitarse de la opresión que se impusieron fuera; no atreviéndose a presentarse como autoridad a los extraños que les reducirían a sus verdaderos límites, quieren a lo menos, hacerse temer de los que no pueden resistirles; su vanidad consiste en poder decir: "Aquí yo mando y se me obedece", sin pensar que podrían añadir con mucha más razón: "Y me aborrecen".

No basta que de los labios salga la miel; si ninguna parte toma el corazón, es ser hipócrita. Aquel cuya afabilidad y dulzura no son fingidas, no se contradice nunca, y lo mismo es en el mundo que en la intimidad: sabe, además, que si engaña a los hombres con las apariencias, no puede engañar a Dios.

Lázaro (Espíritu). 
París, 1861.


Extraído del Capítulo IX - Bienaventurados los mansos y los pacíficos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 17 de setembro de 2013

BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN LOS OJOS CERRADOS

Mis buenos amigos, me habéis llamado, ¿para qué? ¿Es para hacerme poner las manos sobre la pobre paciente que está aquí y curarla? ¡Ah! ¡Qué sufrimiento, buen Dios! Ha perdido la vista y ha quedado en la obscuridad. ¡Pobre hija!, que ruegue y espere; yo no sé hacer milagros sin la voluntad de Dios. Todas las curaciones que yo he podido obtener y de que habéis tenido noticia, debéis atribuirlas al Padre de todos. En vuestras aflicciones, levantad siempre los ojos al Cielo y decid desde el fondo de vuestro corazón: "¡Padre mío. curadme, pero haced que mi alma se cure antes que las enfermedades del cuerpo; que mi alma sea castigada si es necesario, para que mi alma elevada hacia vos tenga la blancura de cuando la creásteis!" Después de esta oración, mis buenos amigos, que Dios misericordioso escuchará siempre, se os dará la fuerza y el valor, y quizá también esta curación que vosotros habréis pedido temerosamente, en recompensa de vuestra abnegacion.

Pues que estoy aquí, en una reunión en la que ante todo se trata de estudios, os diré que los que están privados de la vista, deberían considerarse como los bienaventurados a la expiación. Acordáos que Cristo dijo que era menester arrancar vuestro ojo si era malo, y que valía más que lo echarais al fuego que ser la causa de vuestra condenación. ¡Ah! ¡Cuántos hay en vuestra tierra que un día maldecirán en las tinieblas el haber visto la luz! ¡Oh! sí, qué felices son aquellos que en su expiación son castigados por la vista; su ojo no será objeto de escándalo y de pecado: pueden entregarse completamente a la vida de las almas y pueden ver más que vosotros que véis claro... Cuando Dios me permite ir a abrir los párpados a alguno de esos pobres enfermos y volverles la luz, me digo: alma querida, ¿por qué no conoces todas las delicias del espíritu que vive en la contemplación y en el amor? Tú no solicitarías ver imágenes menos duras y menos apacibles que las que te es dado entrever en tu ceguedad.

¡Oh!, sí, bienaventurado el ciego que quiere vivir con Dios; más feliz que vosotros que estáis aquí, siente la felicidad, la toca, vé las almas y puede lanzarse con ellas a las esferas de los espíritus, que aún los predestinados de la tierra no ven; el ojo abierto siempre está dispuesto a hacer faltar al alma; el ojo cerrado, por el contrario, siempre está dispuesto a hacerla elevar a Dios. Creedme, mis buenos y queridos amigos, la ceguera de los ojos muchas veces es la verdadera luz del corazón, mientras que la vista es a menudo el ángel de las tinieblas que conduce a la muerte.

Ahora, algunas palabras para ti, querida enferma; espera y ten valor; si te dijera hija mía, tus ojos van a abrirse, ¡cómo te alegrarías! ¿y quién sabe si esta alegría no te perdería? Ten confianza en la bondad de Dios que ha hecho la felicidad y ha permitido la tristeza! Haré por tí todo lo que me será permitido; pero a tu vez, ruega y sobre todo, piensa en lo que acabo de decirte.

Antes de que me aleje, todos los que estáis aquí, recibid mi bendición. 

- Vianney, cura de Ars (Espíritu).
París, 1863.

Observación de Allan Kardec. Cuando una aflicción no es consecuencia de los actos de la vida presente, es preciso buscar su causa en una vida anterior. Lo que se llaman caprichos de la suerte, no son otra cosa que efectos de la justicia de Dios. Dios no castiga arbitrariamente: quiere que entre la falta y la pena haya siempre correlación. Si en su bondad ha echado un velo a nuestros actos pasados, nos pone sin embargo en su camino, diciendo: "El que ha herido por la espada, perecerá por la espada"; palabras que pueden traducirse de este modo: "Siempre somos castigados por donde hemos pecado". Si alguno, pues, es castigado por la pérdida de la vista, es porque la vista ha sido causa de su falta. También puede ser que haya sido causa de la pérdida de la vista de otro; puede que alguno haya quedado ciego por el exceso del trabajo que se le ha impuesto, o por consecuencia de malos tratamientos, falta de cuidados, etc., y entonces sufre la pena del Talión. El mismo, en su arrepentimiento, pudo escoger esta expiación, aplicándose estas palabras de Jesús: "Si vuestro ojo es motivo de escándalo, arrancadle".


Extraído del Capítulo VIII - Bienaventurados los limpios de corazón - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 16 de setembro de 2013

LA VIRTUD POR EXCELENCIA

"Dejad venir a mí a los niños", porque yo poseo la leche que fortifíca a los débiles. Dejad venir a mí a aquéllos que temerosos y débiles tienen necesidad de apoyo y de consuelo. Dejad venir a mí a los ignorantes, para que yo les ilustre; dejad venir a mí a todos los que sufren, a la multitud de afligidos y desgraciados, porque yo les enseñaré el gran remedio para aliviar los males de la vida; yo les daré el secreto para curar sus heridas. ¿Cuál será, amigos mios, ese bálsamo soberano que posee la virtud por excelencia, ese bálsamo que se aplica a todas las llagas del corazón y las cierra? ¿Es el amor; es la caridad? Si tenéis ese fuego divino, ¿qué temeréis? Diréis en todos los instantes de vuestra vida: Padre mío, que se haga vuestra voluntad y no la mía, y si os place el probarme por el dolor y las tribulaciones, bendito seáis, porque es por mi bien, yo lo sé; que vuestra mano pese sobre mí. Si os conviene, Señor, tened piedad de vuestra frágil criatura; si dais a su corazón los goces permitidos, bendito seáis también; pero haced que el amor divino no duerma en nuestra alma, sino que sin cesar haga subir a vuestros pies la voz de su reconocimiento...

Si tenéis amor, tendréis todo lo que podáis desear en vuestra tierra, poseeréis la perla por excelencia, que ni los acontecimientos, ni las fechorías de los que os aborrecen y os persiguen podrán arrebataros. Si tenéis amor, habréis colocado vuestros tesoros, en donde la polilla y el orín no pueden alcanzarlos, y veréis borrar-se insensiblemente de vuestra alma todo lo que puede manchar la pureza; sentiréis que el peso de la materia se aligera de día en día, y, semejante al pájaro que cruza los aires y no se acuerda ya de la tierra, subiréis sin cesar, subiréis siempre hasta que vuestra alma embriágada pueda saturarse de su elemento de vida en el seno del Señor. 

- Un Espíritu protector.
Bordeaux, 1861.


Extraído del Capítulo VII - Bienaventurados los pobres de espíritu - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

domingo, 15 de setembro de 2013

DEJAD A LOS NIÑOS VENIR A MÍ

Cristo dijo: "Dejad a los niños venir a mí" Estas palabras profundas, en su sencillez, no se concretan al simple llamamiento de los niños, si que también al de las almas que gravitan en los mundos o estados inferiores en donde la desgracia ignora la esperanza. Jesús llamaba a El la infancia intelectual de la criatura formada; a los débiles, a los esclavos, a los viciosos; nada podía enseñar a la infancia física, prisionera de la materia, sometida al yugo del instinto y que no pertenecía al orden superior de la razón y de la voluntad que se ejercen alrededor de ella y por ella. 

Jesús quería que los hombres fuesen a El con la confianza de aquellos pequeños seres de vacilante paso, cuyo llamamiento le conquistaba el corazón de todas las mujeres que son madres: de este modo sometía las almas a su tierna y misteriosa autoridad.

Fué la antorcha que despeja las tinieblas, el clarín de la mañana que toca a despertar; fué el iniciador del Espiritismo, que debe a su vez llamar a él, no a los niños sino a los hombres de buena voluntad. La acción viril está subyugada; ya no se trata de creer instintivamente, y obedecer maquinalmente; es menester que el hombre siga la ley inteligente que le revela su universalidad.

Pero, queridos mios, estamos ya en los tiempos en que los errores explicados serán verdades; nosotros os enseñaremos el sentido exacto de las parábolas, la correlación poderosa que une lo que fué y lo que es. En verdad os digo, la manifestación espiritista dilata el horizonte y aquí está su enviado que va a resplandecer como el sol en la cima de los montes.

- Juan Evangelista. 
París, 1863.


Extraído del Capítulo VIII - Bienaventurados los limpios de corazón  - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 14 de setembro de 2013

MISIÓN DEL HOMBRE INTELIGENTE EN LA TIERRA

No os déis importancia por lo que sabéis, porque ese saber tiene limites muy reducidos en el mundo que habitáis. Pero aun suponiendo que seáis los personajes inteligentes de ese globo, no tenéis por esto ningún derecho de envaneceros. Si Dios, en sus designios, os ha hecho nacer en un centro que hayáis podido desarrollar vuestra inteligencia, es que quiere que hagáis uso de ella para bien de todos, porque es una misión que os da, poniendo en vuestras manos el instrumento con cuya ayuda podéis desarrollar, cuando venga el caso, las inteligencias atrasadas y conducirlas a Dios. La naturaleza del instrumento ¿no indica, acaso, el uso que debe hacerse de él? La azada que el jardinero pone en las manos de su operario, ¿no le enseña que debe cavar? ¿Y qué diríais si este hombre, en lugar de trabajar, levantara la azada para herir a su amo? Diríais que es monstruo y que merece ser expulsado. ¡Pues bien! ¿No sucede lo mismo con aquél que se sirve de su inteligencia pará destruir la idea de Dios y de la Providencia entre sus hermanos? ¿No levanta también la azada contra el amo, que se la dió para laborar el terreno? ¿Tiene derecho al salario prometido, o por el contrario, no merece ser despedido del jardín? Despedido, será, no lo dudéis, y arrastrará existencias miserables y humillantes, hasta que se haya doblado ante "Aquel" a quien lo debe todo.

La inteligencia es rica en méritos para el porvenir, pero con la condición de hacer de ella buen uso: si todos los hombres que la poseen la empleasen según las miras de Dios, la misión de los espíritus sería fácil para hacer avanzar a la humanidad; desgraciadamente para muchos es objeto de orgullo y de perdición para ellos mismos. El hombre abusa de su inteligencia como de todas sus otras facultades, y, sin embargo, no le faltan lecciones que le adviertan que una mano poderosa pueda quitarle lo que le ha dado. 

Fernando, espíritu protector. 
Bordeaux, 1862.


Extraído del Capítulo VII - Bienaventurados los pobres de espíritu - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 13 de setembro de 2013

CARIDAD Y HUMILDAD

Hombres, ¿por qué os quejáis de las calamidades que vosotros mismos habéis amontonado sobre vuestras cabezas? Habéis desconocido la santa y divina moral de Cristo; no os maravilléis, pues, que la copa de la iniquidad se haya desbordado por todas partes.

El malestar se hace general, y ¿quién tiene la culpa sino vosotros mismos, que sin cesar procuráis destruiros unos a otros? No podéis ser felices sin mutua benevolencia. ¿Y puede existir la benevolencia con el orgullo? El orgullo: he aquí el origen de todos los males; trabajad para destruirlo, si no queréis ver cómo se perpetúan sus funestas consecuencias. Un sólo medio se os ofrece para estó, pero es infalible; es el tomar por regla invariable de vuestra conducta la ley de Cristo, ley que habéis rechazado o falseado en su interpretación.

¿Por qué tenéis en tan gran estima lo que brilla y encanta a la vista, más bien que lo que toca al corazon? ¿Por qué el vicio de la opulencia es el objeto de vuestras adulaciones, cuando sólo tenéis una mirada de desdén por el verdadero mérito en la obscuridad? Cuando un rico pervertido, perdido de cuerpo y alma, se presenta en alguna parte, se le abren todas las puertas, todas las consideraciones son para él, mientras que se desdeña conceder un saludo de protección al hombre de bien que vive de su trabajo. Cuando la consideración que se concede a las personas se estima por el peso del oro que poseen o por el nombre que llevan, ¿qué interés puede tenerse en corregirse de sus defectos?

De otro modo sucedería si el vicio dorado fuese castigado por la opinión como lo es el vicio andrajoso: pero el orgullo es indulgente para todo lo que le adula. Siglo de codicia y de dinero, decís; sin duda que lo es, pero, ¿por qué habéis dejado que las necesidades materiales tomasen imperio sobre el buen sentido y  la razón? ¿Por qué quiere cada cual sobreponerse a su hermano? Por eso la sociedad sufre hoy las consecuencias de todo esto.

No olvídéis que tal estado de cosas es siempre una señal de decadencia moral. Cuando el orgullo llega a los últimos límites, es indicio de una caída próxima porque Dios hiere siempre a los soberbios. Si algunas veces les deja suibir, es para darles lugar a reflexionar y enmendarse bajo los golpes que de tiempo en tiempo se dirigen a su orgullo para avisarles; pero en vez de humillarse, se rebelan, y entonces, cuando está llena la medida, les abate en seguida y su caída es tanto más terrible cuanto más alto han subido. ¡Pobre raza humana, cuyo egoísmo ha corrompido todos los senderos!, reanímate, sin embargo; Dios, en su misericordia infinita, envía un poderoso remedio a tus males, un socorro inesperado a tu necesidad. Abre los ojos a la luz; he aquí que las almas de los que no existen vienen a recordarte tus verdaderos deberes; ellas te dirán, con la autoridad de la experiencia, cuán poca cosa son las vanidades y las grandezas de vuestra pasajera existencia con respecto a la eternidad; te dirán que el más grande será el que fué más humilde entre los pequeños de la tierra; que el que ha amado más a sus hermanos es también el que será más amado en el cielo; que los poderosos de la tierra si abusaron de su autoridad, serán obligados a obedecer a sus servidores; que la caridad y la humildad, en fin, esas dos hermanas que se dan la mano, son los titulos más eficaces para obtener gracia ante el Eterno. 

- Adolfo, o bispo de Argel (Espíritu). 
Marmande, 1862.


Extraído del Capítulo VII - Bienaventurados los pobres de espíritu - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 12 de setembro de 2013

ORGULLO Y HUMILDAD

¡La paz del Señor sea con vosotros, queridos amigos! Vengo a animaros a seguir el buen camin.

A los pobres espíritus que en otro tiempo habitaban la tierra, Dios les da la misión de iluminaros. Bendito sea, por la gracia que nos concede de poder favorecer vuestro mejoramiento. ¡Que el Espíritu Santo me ilumine y me ayude, para que mi palabra sea comprensible, y que me haga la gracia de que esté al alcance de todos! ¡Vosotros, encarnados, que estáis en pena y buscáis la luz, que la voluntad de Dios venga en mi ayuda para hacerla brillar a vuestros ojos!

La humildad es una virtud muy olvidada entre vosotros; los grandes ejemplos que se os han dado se han seguido muy poco, y, sin embargo, sin humildad, ¿podéis, acaso, ser caritativos con vuestro prójimo? ¡Oh! no, porque ese sentimiento nivela a los hombres; él les dice que son hermanos, que deben ayudarse entre sí, y las conduce al bien. Sin humildad hacéis gala de virtudes que no tenéis, como si lleváis un vestido para ocultar las deformidades de vuestro cuerpo. Acordáos de "Aquel" que nos salvó; recordad su humildad, que tan grande le hizo y le elevó por encima de todos los profetas.

El orgullo es el terrible adversario de la humildad. Si Cristo prometió el reino de los cielos a los más pobres, fué porque los grandes de la tierra se figuran que los títulos y las riquezas son recompensas dadas a su mérito y que su esencia sea más pura que la del pobre; creen que esto se les debe, y por lo mismo cuando Dios se las quita le acusan de injusto. ¡Oh irrisión y ceguera! ¿Acaso Dios hace distinción entre vosotros por el cuerpo? La envoltura del pobre, ¿no es igual a la del rico? ¿Ha hecho el Criador dos especies de hombres? Todo lo que Dios ha hecho es grande y sabio; no le atribuyáis las ideas que producen vuestros cerebros orgullosos.

¡Oh rico! mientras tú duermes bajo tus artesonados dorados al abrigo del frío, ¡no sabes cuántos millares de hermanos, que valen tanto como tú, están echados en la paja! El desgraciado que sufre hambre, ¿ no es, acaso, tu igual? A esta palabra tu orgullo se subleva, lo sé muy bien; tú consentirás en darle limosna, pero darle la mano y estrechársela, ¡nunca! "¡Qué dices! yo, de noble estirpe, grande de la tierra, ser igual a ese pordiosero andrajoso! ¡Vana utopía de los que se llaman filósofos! Si fuésemos iguales, ¿por qué Dios les hubiera colocado tan abajo y a mí tan alto?" En verdad que vuestros vestidos no se parecen mucho, pero desnudos los dos, ¿qué diferencia habrá entre vosotros? Dirás que la nobleza de la sangre, pero la química no ha encontrado diferencia entre la sangre de un gran señor y la de un plebeyo, entre la del amo y la del esclavo. ¿Quién te ha dicho que tú mismo no fuiste un miserable y desgraciado como él? ¿Qué no has pedido limosna? ¿Que no la pedirás un día al mismo que desprecias hoy? ¿Acaso son eternas las riquezas? No acaban con el cuerpo, envoltura perecedera de tu espíritu? ¡Oh!, vuelve a la humildad!, echa una mirada sobre la realidad de las cosas de este mundo, sobre lo que constituye tu grandeza y el abatimiento del otro; piensa que la muerte no te respetará más que a él, que tus títulos no te preservarán de ella, que puede herirte mañana, hoy, dentro de una hora, y si te sepultas con tu orgullo, ¡oh! entonces te compadezco, porque serás digno de piedad.

¡Orgullosos! ¿Qué erais vosotros antes de ser nobles y poderosos? Puede muy bien que fuéseis más bajos que el último de vuestros criados. Doblad, pues, vuestras altivas frentes, que Dios puede humillar en el mismo momento que más las levantáis. Todos los hombres son iguales en la balanza Divina. Sólo las virtudes los distinguen a los ojos de Dios. Todos los espíritus son de una misma esencia y todos los cuerpos están amasados de una misma pasta; vuestros títulos y vuestros nombres en nada la alteran, quedan en la tumba, y no son ellos los que dan la felicidad prometida a los elegidos; la caridad y la humildad son sus títulos de nobleza.

¡Pobre criatura! tú eres madre, tus hijos sufren, tienen frío, tienen hambre; vas abrumada bajo el peso de tu cruz a humillarte para buscarles un pedazo de pan. ¡Oh-! yo me inclino ante tí; ¡cuán noble, santa y grande eres a mis ojos! Espera y ruega; la felicidad aun no es de este mundo. A los pobres oprimidos y que confían en Dios, les da el reino de los cielos.

Y tú, mujer pobre y joven, entregada al trabajo y a las privaciones; ¿por qué lloras? que tu mirada, piadosa y serena, se eleve hacia Dios; a las avecillas les da el pasto; ten confianza en El; no te abandonará. El ruido de las fiestas y de los placeres del mundo hacen latir tu corazón; tú quisieras también adornar tu frente con flores y reunirte con los felices de la tierra: dices que podrías también ser rica como esas mujeres que ves pasar alegres y risueñas. ¡Oh! ¡cállate, hija mía! Si supieses cuántas lágrimas y dolores sinnúmero se ocultan bajo esos vestidos bordados, cuántos suspiros se ahogan bajo el ruido de esa orquesta alegre, preferirías tu humilde retiro y tu pobreza. Mantente pura a los ojos de Dios si no quieres que tu ángel guardián remonte hacia él, ocultando su rostro bajo sus blancas alas, y te deje con tus remordimientos, sin guía, sin sostén, en ese mundo en que te perderías esperando ser castigada en el otro.

Y todos vosotros, los que sufrís por la injusticia de los hombres, sed indulgentes con las faltas de vuestros hermanos, considerando que también las tenéis vosotros: esta es la caridad y también es la humildad. Si sufrís por las calumnias, doblad la frente bajo esta prueba. ¿Qué os importan las calumnias del mundo? Si vuestra conducta es pura, ¿acaso Dios no puede recompensaros? Sobrellevar con valor las humillaciones de los hómbres, es ser humilde y reconocer que sólo Dios es grande y poderoso.

¡Oh, Dios mio! ¿será preciso que Cristo vuelva otra vez a la tierra para enseñar a los hombres tus leyes que olvidan? ¿Deberá, quizás, echar otra vez del templo a los mercaderes que manchan tu casá que sólo es lugar de oración? ¿Y quién sabe? ¡oh hombres! si Dios os concediese esa gracia, se la negaríais como la otra vez. Le llamaríais blasfemo; porque abatiría el orgullo de los fariseos modernos; quizás le hiciéseis emprender de nuevo el camino del Gólgota.

Cuando Moisés estuvo sobre el monte Sinaí a recibir los mandamientos de Dios, el pueblo de Israel, entregado a sí mismo, abandonó a su verdadero Dios; hombres y mujeres dieron su oro y sus alhajas para hacer un ídolo que adoraban. Hombres civilizados; vosotros hacéis como ellos. Cristo os dejó su doctrina; os dió el ejemplo de todas las virtudes y habéis abandonado ejemplos y preceptos; cada uno de vosotros, teniendo sus pasiones os habéis hecho un Dios a vuestro gusto: según los unos, terrible y sanguinario; según los otros, indiferente a los intereses del mundo; el Dios que os habéis hecho es aún el becerro de oro que cada uno apropia a sus gustos y a sus ideas.

Meditad, ¡oh hermanos míos y amigos! Que la voz de los espíritus conmueva vuestros corazones; sed generosos y caritativos sin ostentación, es decir, haced el bien con humildad; que cada uno destruya poco a poco los altares que habéis levantado al orgullo; en una palabra, sed verdaderos cristianos y alcanzaréis el reino de la verdad. No dudéis más de la bondad de Dios, cuando os envía tantas pruebas. Venimos a preparar el camino para el cumplimiento de las profecías. Cuando el señor os dé una manifestación más resplandeciente de su clemencia, que el enviado celeste encuentre en vosotros sólo una gran familia; que vuestros corazones afables y humildes sean dignos de oír la palabra divina que os traerá; que el elegido no encuentre en su camino sino palmas dispuestas para vuestra vuelta al bien, a la caridad, a la fraternidad, y entonces vuestro mundo será el paraíso terrestre. Mas si sois insensibles a la voz de los espíritus enviados para purificar y renovar vuestra sociedad civilizada, rica en ciencia, y con todo, tan pobre en buenos sentimientos, entonces ¡oh! sólo nos quedará el recurso de llorar y gemir por vuestra suerte. Pero no, no sucederá de ese modo; volved a Dios, vuestro padre, y entonces todos nosotros, que habremos contribuido al cumplimiento de su voluntad entonaremos el cántico de acción de gracia para agradecer al Señor su inagotable bondad y para glorificarle por todos los siglos de los siglos. Así sea. 

- Lacordaire (Espíritu).
Constantina, 1863.


Extraído del Capítulo VII - Bienaventurados los pobres de espíritu - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 11 de setembro de 2013

SACRIFICIO Y ABNEGACIÓN

Dios consuela a los humildes y da fuerza a los afligidos que se la piden. Su poder cubre la tierra, y en todas partes al lado de una lágrima, hay un bálsamo que consuela. El sacrificio y la abnegación son una continua oración y encierran una enseñanza profunda: la sabiduría humana reside en esas dos palabras. Que todos los espíritus que sufren puedan comprender esta verdad, en vez de clamar contra los dolores y los sufrimientos morales que son vuestro lote en la tierra. Tomad, pues, por divisa, estas dos palabras: "sacrificio y abnegación", y seréis fuertes, porque ellas resumen todos los deberes que imponen la caridad y la humildad. El sentimiento del deber cumplido os dará el reposo del espíritu y la resignación. El corazón late mejor, el alma se calma y el cuerpo no desfallece: porque el cuerpo sufre tanto más cuanto el espíritu está más profundamente herido. 

- El Espíritu de Verdad. 
Havre, 1863.


Extraído del Capítulo VI - El Cristo consolador - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 10 de setembro de 2013

EL GRAN MÉDICO DE LAS ALMAS

Soy el gran médico de las almas y vengo a traeros los remedios que deben curarlas; los débiles, los que sufren y los enfermizos, son mis hijos predilectos, y vengo a salvarles. Venid, pues, a mí, todos los que sufrís y estáis cargados, y seréis aliviados y consolados; no busquéis en otra parte la fuerza y el consuelo, porque el mundo es impotente para daros estas cosas. Dios hace un llamamiento a vuestros corazones por medio del Espiritismo: escuchadle. Que la impiedad, la mentira, el error y la incredulidad, sean extirpados de vuestras almas doloridas; estos son monstruos que chupan vuestra más pura sangre, y os hacen llagas casi siempre mortales. En el porvenir, humildes y sumisos al Criador, practicaréis su ley divina. Amad y orad; sed dóciles a los espíritus del Señor, invocadle en el fondo de vuestro corazón, y entonces os enviará a su hijo muy querido para instruiros y deciros estas buenas palabras: Heme aquí; vengo a vosotros, porque me habéis llamado. 

- El Espíritu de Verdad. 
Bordeaux, 1861.


Extraído del Capítulo VI - El Cristo consolador  - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 9 de setembro de 2013

EL DIVINO JARDINERO

Vengo a enseñar y a consolar a los pobres desheredados; vengo a decirles que eleven su resignación al nivel de sus pruebas; que lloren, porque el dolor fué consagrado en el Huerto de los Olivos; pero que esperen, porque los ángeles consoladores vendrán también a enjugar las lágrimas.

Trabajadores, trazad vuestro surco; por la mañana continuad el trabajo rudo de la víspera; el trabajo de vuestras manos proporciona el pan terrestre a vuestro cuerpo, pero vuestras almas no están olvidadas: y yo, el divino jardinero, las cultivo en el silencio de vuestros pensamientos. Cuando haya sonado la hora del descanso, cuando el estambre se escape de vuestras manos y cuando vuestros ojos se cierren a la luz, sentiréis brotar y germinar en vosotros mi preciosa semilla. Nada se pierde en elreino de mi Padre, y vuestros sudores y vuestras miserias forman el tesoro que debe haceros ricos en las esferas superiores, en donde la luz reemplaza a las tinieblas y en donde el más desnudo de vosotros puede que sea el más radiante de luz.

En verdad os digo, que los que llevan su carga y socorren a sus hermanos, son mis muy amados: instruíos en la preciosa doctrina que disipa el error de las revoluciones y que os enseña el objeto sublime de la prueba humana. Así como el viento barre el polvo, que el soplo de los espíritus disipe los celos contra los ricos del mundo, que a menudo son muy miserables, porque sus pruebas son más peligrosas que las vuestras. Estoy con vosotros, y mi apóstol os enseña. Bebed en el manantial vivo del amor, y preparaos, cautivos de la vida, a lanzaros un día libres y alegres en el seno del que os ha creado débiles para haceros perfectibles, y quiere que vosotros mismos modeléis vuestra blanda arcilla a fin de que seáis los artífices de vuestra inmortalidad. 

- El Espíritu de Verdad.
París, 1861.


Extraído del Capítulo VI - El Cristo consolador - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

domingo, 8 de setembro de 2013

ADVENIMIENTO DEL ESPÍRITU DE VERDAD

Vengo, comó en otro tiempo, entre los hijos descarriados de Israel, a traeros la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El Espiritismo, como otras veces mi palabra, debe recordar a los incrédulos que sobre ellos reina la verdad inmutable, el Dios de bondad, el Dios grande que hace crecer la planta y levantar las olas. Yo revelé la doctrina divina; yo, como un segador, até en haces el bien esparcido por la humanidad, y dije: Venid a mí, vosotros los que sufrís. 

Pero los hombres ingratos se desviaron del camino recto y ancho, que conduce al reino de mi Padre y se han extraviado en los ásperos senderos de la impiedad. Mi padre no quiere aniquilar la raza humana; quiere que, ayudándoos unos a otros, muertos y vivos, es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe, os socorráis, y que no ya lá voz de los profetas y de los apóstoles, sino la voz de aquellos que ya no existen, se haga oír para gritaros: ¡rogad y creed! porque la muerte es la resurrección, y la vida es la prueba elegida, durante la cual vuestras virtudes cultivadas deben crecer y desarrollarse como el cedro.

Hombres débiles que comprendéis las tinieblas de vuestras inteligencias, no alejéis la antorcha que la clemencia divina pone en vuestras manos para iluminar vuestro camino, y conduciros como niños perdidos al regazo de vuestro Padre.

Estoy demasiado conmovido de compasión por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad, para no tender una mano caritativa a los desgraciados extraviados que, viendo el cielo, caen en el abismo del error. Creedme, amad, meditad las cosas que se os revelan; no mezcléis la zizaña con el buen grano, las utopías con las verdades.

¡Espiritistas! amaos: he aquí el primer mandamiento; instruíos: he aquí el segundo. Todas las virtudes se encuentran en el Cristianismo; los errores que se han arraigado en él son de origen humano; y he aquí que desde más allá de la tumba donde creíais encontrar la nada, hay voces que os gritan: ¡Hermanos! nada perece: Jesucristo es el vencedor del mal; sed vosotros los vencedores de la impiedad. 

- El Espíritu deVerdad. 
París, 1860.


Extraído del Capítulo VI - El Cristo consolador - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 7 de setembro de 2013

BUSCAR LA MUERTE

"Un hombre está en la agonía, presa de crueles tormentos;  se sabe que no hay esperanza de salvarle; ¿es permitido ahorrarle algunos instantes de agonía precipitando su fin?"

¿Quién puede daros el derecho de prejuzgar los destinos de Dios? ¿Acaso no puede conducir a un hombre al borde del sepulcro para sacarle de él, con el fin de hacerle volver en si y conducirle a otras meditaciones? En cualquier estado en que se encuentre un moribundo, nadie puede decir con certeza que haya llegado su última hora. ¿Acaso la ciencia no se ha engañado nunca en sus previsiones?

Sé muy bien que hay casos que con razón pueden llamarse desesperados; pero si no queda esperanza de vida y salud, ¿no hay innumerables ejemplos de que en el momento del último suspiro, el enfermo se reanima y recobra sus facultades por algunos instantes? Pues bien. Esa hora de gracia que se le concede, puede tener para él la mayor importancia, porque ignoráis las reflexiones que ha podido hacer su espíritu, en las convulsiones de la agonía y los tormentos que puede ahorrarle un rayo de arrepentimiento.

El materialista que sólo ve el cuerpo y nada le importa el alma, no puede comprender estas cosas; pero el espiritista que sabe lo que pasa más allá de la tumba conoce el precio del ultimo pensamiento. Mitigad los últimos sufrimientos tanto como podáis, pero guardáos de abreviar la vida, aun cuando no sea sino por un minuto, porque este minuto puede evitar muchas lágrimas en el porvenir. 

- San Luis (Spirito). 
París, 1860.

"El que está hastiado de la vida, pero que no quiere quitársela, ¿es culpable si busca la muerte en un campo de batalla, con la idea de hacer útil su muerte?"

Que el hombre se dé la muerte o que se la haga dar, el objeto es siempre abreviar su vida y por consiguiente, hay suicidio de intención, si no de hecho. El pensamiento de que su muerte servirá para algo, es ilusorio; no es más que un pretexto para dar un colorido a su acción y excusarla a sus propios ojos. Si tuviera formalmente el deseo de servir a su país, procuraría vivir defendiéndole y no muriendo, porque una vez muerto, de nada le sirve. La verdadera abnegación consiste en no temer a la muerte cuando se trata de ser útil, en desafiar el peligro, en hacer anticipadamente y sin pensar, el sacrificio de la vida pero la "intención premeditada" de buscar la muerte exponiéndose al peligro, aun cuando sea para hacer un servicio, anula el mérito de la acción. 

- San Luis (Spirito).
París, 1860.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 6 de setembro de 2013

LAS PRUEBAS DEL PRÓJIMO

"¿Debe ponerse término a las pruebas del prójimo cuando se puede, o por respeto a la ley de Dios, se les ha de dejar seguir su curso?"

Os hemos dicho y repetido muchas veces que estáis en esa tierra de expiación para acabar vuestras pruebas, y que todo lo que os sucede es consecuencia de vuestras existencias anteriores y el interés de la deuda que debéis pagar. Pero este pensamiento provoca en ciertas personas reflexiones que es necesario cortar, porque podrían tener funestas consecuencias.

Algunas piensan que desde el momento en que se está en la tierra para expiar, es menester que las pruebas sigan su curso. Los hay también que llegan acreer que no solamente no debe hacerse nada para atenuarlas, sino que, por el contrario, es menester contribuir a hacerlas más provechosas recrudeciéndolas; esto es un gran error. Sí, vuestras pruebas deben seguir el curso que Dios les ha trazado; ¿pero conocéis acaso ese curso? ¿Sabéis hasta qué punto debén llegar; y si vuestro Padre misericordioso ha dicho al sufrimiento de tal o cual de vuestros hermanos "De aquí no pasarás?" ¿Sabéis si su Providencia os ha elegido, no como un instrumento de suplicio para agravar los sufrimientos del culpable, sino como el bálsamo de consuelo que debe cicatrizar las llagas que su justicia había abierto? No digáis, pues, cuando veáis herido uno de vuestros hermanos: es la justicia de Dios, y es preciso que siga su curso; sino decid lo contrario: veamos qué medios nuestro Padre misericordioso ha puesto a mi alcance para aliviar los sufrimientos de mi hermano: veamos si mis consuelos morales, mi apoyo material y mis consejos podrán ayudarle a sobrellevar esta prueba con  más fuerzas, paciencia y resignación; veamos si quizá Dios ha puesto en mis manos los medios de hacer cesar ese sufrimiento, o si me ha sido también a mí como a prueba, y tal vez como expiación, cortar el mal y reemplazarlo por la tranquilidad.

Ayudáos, pues, siempre, en vuestras pruebas respectivas, y no os miréis jamás como instrumentos de tormento; este pensamiento debe desagradar a todo hombre de corazón, mayormente a todo espiritista; porque el espiritista debe comprender mejor que los otros la extensión infinita de la bondad de Dios. El espiritista debe pensar que su vida entera ha de ser un acto de amor y de abnegación, y que cualquier cosa que haga para contrarrestar las decisiones del Señor, su justicia seguirá su curso. Puede, pues, sin miedo hacer todos los esfuerzos para endulzar la amargura de la expiación; pero sólo Dios es el que puede detenerla o prolongarla, según lo juzgue más conveniente.

¿No habría un orgullo muy grande en el hombre en creerse con derecho a exasperar la herida? ¿En aumentar la dosis de veneno en el pecho del que sufre, so pretexto de que tal es su expiación? ¡Oh! Contempláos siempre como un instrumento elegido para hacerla cesar. Resumamos: Todos vosotros estáis en la tierra para expiar, pero todos sin excepción debéis hacer todos vuestros esfuerzos para endulzar la expiación de vuestros hermanos, según la ley de amor y de caridad. 

- Bernardino, Espíritu protector. 
Bordeaux, 1863.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 5 de setembro de 2013

PRUEBAS VOLUNTARIAS

Preguntáis si os es permitido aligerar vuestras propias pruebas; esta pregunta  tiene relación con esta otra: Al que se ahoga, ¿le es permitido el que procure salvarse? Al que se clave una espina, ¿sacársela? Al que está enfermo, ¿llamar al médico? Las pruebas tienen por objeto ejercitar la inteligencia, del mismo modo que la paciencia y la resignación; un hombre puede nacer en una posición penosa y embarazosa, precisamente para obligarle a buscar los medios de vencer las dificultades. El mérito consiste en soportar sin murmurar las consecuencias de los males que no se pueden evitar, en perseverar en la lucha, en no desesperarse si no se sale bien del negocio; pero no en el abandono, que sería más bien pereza que virtud.

Naturalmente esta pregunta conduce a esta otra. Puesto que Jesús dijo: "Bienaventurados los afligidos", ¿hay mérito en proporcionarse aflicciones agravando sus pruebas con sufrimientos voluntarios? A esto contestaré muy claro. Si hay un gran mérito cuando los sufrimientos y las privaciones tienen por objeto el bien del prójimo, porque es la caridad por el sacrificio; no, cuando no tienen otro objeto que uno mismo, porque eso es un egoísmo fanático. Aquí debe hacerse una gran distinción; en cuanto a vosotros, personalmente, contentáos con las pruebas que Dios os envía, y no aumentéis la carga, ya de por sí muy pesada a veces: aceptadlas sin murmurar y con fe; es todo lo que El os pide. No debilitéis vuestro cuerpo con privaciones inútiles y maceraciones sin objeto porque tenéis necesidad de todas vuestras fuerzas para cumplir vuestra misión de trabajo en la tierra. Torturar y martirizar voluntariamente vuestro cuerpo, es contravenir a la ley de Dios, que os da los medios de sostenerle y fortificarle; debilitarlo sin necesidad, es un verdadero suicidio. Usad, pero no abuséis, tal es la ley; el abuso de las mejores cosas, lleva consigo mismo el castigo en sus consecuencias inevitables.

Otra cosa es con respecto a los sufrimientos que uno se impone para el alivio del prójimo. Si sufrís frío y hambre para calentar y alimentar al que tiene necesidad y por lo cual vuestro cuerpo padece, este es un sacrificio que Dios bendice. Vosotros, los que dejáis vuestros perfumados tocadores para ir a las infectadas bohardillas a llevar el consuelo; vosotros, los que ensuciáis vuestras delicadas manos curando llagas; vosotros, los que os priváis de lesueño para velar a la cabecera del enfermo que es vuestro hermano en Dios; vosotros en fin, los que gastáis vuestra salud en la práctica de las buenas obras, ya tenéis vuestro silicio, verdadero silicio de bendición, porque los goces del mundo no han secado vuestro corazón, no os habéis dormido en el seno de las voluptuosidades enervadoras de la fortuna, sino que os habéis hecho los ángeles consoladores de los pobres desheredados.

Mas vosotros, los que os retiráis del mundo para evitar sus seducciones y vivir en el aislamiento ¿para qué servís en la tierra? ¿En dónde está vuestro valor en las pruebás, puesto que huís de la lucha y evitáis el combate? Si queréis un silicio, aplicadlo a vuestra alma y no a vuestro cuerpo; mortificad vuestro espíritu y no vuestra carne; azotad vuestro orgullo, recibid las humillaciones sin quejaros, martirizad vuestro amor propio; sed fuertes contra el dolor de la injuria y de la calumnia, más punzante que el dolor corporal. Ese es el verdadero silicio cuyas heridas os serán tomadas en cuenta, porque atestiguarán vuestro valor y vuestra sumisión a la voluntad de Dios. 

- Un Angel Guardián. 
París, 1863.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos  - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 4 de setembro de 2013

LA MELANCOLÍA

¿Sabéis por qué una vaga tristeza se apodera a veces de vuestros corazones y os hace encontrar la vida tan amarga? Es vuestro espíritu que aspira a la felicidad y a la libertad, y pegado al cuerpo que le sirve de prisión, hace vanos esfuerzos para salir de él. Pero viendo que son inútiles, cae en el desaliento, e influyendo en el cuerpo, se apodera de vosotros la languidez y el abatimiento y una especie de apatía, que hace que os consideréis desgraciados.

Creedme, resistid con energía esas impresiones que debilitan en vosotros la voluntad. Esas aspiraciones hacia una vida mejor, son innatas en el espíritu de todos los hombres, pero no las busquéis en lá tierra, y ahora que Dios os envía a sus espiritus para instruiros en la felicidad que os reserva, esperad con paciencia al angel de la libertad que debe ayudaros a romper los lazos que tienen cautivo vuestro espíritu. Pensad que tenéis que cumplir durante vuestra prueba en la tierra una misión que no sabéis, ya consagrándoos a vuestra familia, ya llenando diversos deberes que Dios os ha confiado. Y si en el curso de esta prueba y cumpliendo vuestra tarea, véis caer sobre vosotros los cuidados, las inquietudes y los pesares, sed fuertes y valerosos para soportarlos. Arrastradlos denodadamente porque son de corta duración y deben conduciros junto a los amigos que lloráis, que se alegrarán de vuestra llegada entre ellos, extendiéndoos los brazos para conduciros a un lugar en el que no tienen acceso los pesares de la tierra. 

- Francisco de Genève (Espíritu). 
Bordeaux.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 3 de setembro de 2013

LA DESGRACIA REAL

Todos hablan de la desgracia, todo el mundo la ha experimentado y cree conocer su carácter múltiple. Yo vengo a deciros que casi todos se engañaban, y la desgracia real de ninguna manera es lo que los hombres, es decir, los desgraciados, suponen. Ellos la ven en la miseria, en el hogar sin fuego, en el acreedor que apremia, en la cuna sin el ángel que sonreía en ella, en las lágrimas, en el féretro que se sigue con la frente descubierta y el corazón destrozado, en la angustia de la traición, en el orgullo del menesteroso que quisiera revestirse con la púrpura y que apenas oculta su desnudez bajo los harapos de la vanidad; todo esto, y aun muchas otras cosas, se llama desgracia en el lenguaje humano. Si, ésa es la desgracia para los que no ven más que el presente; pero la verdadera desgracia consiste antes en las consecuencias de una cosa, que en la cosa misma.

Decidme si el acontecimiento más feliz por el momento, pero que tiene consecuencias funestas, no es, en realidad, más desgraciado que aquél que en un principio causa una viva contrariedad y acaba por producir un bien. Decidme si el huracán que destroza vuestros árboles, pero que purifica el aire disipando los miasmas insalubres que hubiesen causado la muerte, no es más bien una felicidad que una desgracia.

Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura.

Voy a revelaros la desgracia bajo una nueva forma, bajo la forma bella y florida que acogéis y deseáis con todas las fuerzas de vuestras almas engañadas. La desgracia es la alegría, es el placer, el ruido, la vana agitación, la loca satisfacción de la vanidad, que acallan la conciencia, que comprimen la acción del pensamiento y que aturden al hombre sobre el porvenir; la desgracia es el opio del olvido que vosotros llamáis con todos vuestros deseos.

¡Esperad, vosotros los que lloráis! ¡Temblad, vosotros los que reis, porque vuestro cuerpo está satisfecho! No se engaña a Dios, no se esquiva el destino; y las pruebas más temibles que la jauría desencadenada por el hambre, acechan vuestro reposo engañador para sumergiros de repente en la agonía de la verdadera desgracia, de la que sorprende el alma debilitada por la indiferencia y el egoísmo.

Que el Espiritismo os aclare, pues, y coloque en su verdadero puesto la verdad y el error tan extrañamente desfigurados por vuestra ceguera. Entonces obraréis como los bravos soldados, que lejos de huir del peligro, prefieren las luchas de los combates comprometidos a la paz que no puede darles ni gloria ni ascensos. ¿Qué le importa al soldado perder su armas en la reyerta, sus bagajes y sus vestidos, con tal que salga vencedor y con gloria? ¿Qué le importa al que tiene fe en el porvenir, dejar sobre el campo de batalla de la vida su fortuna y su envoltura carnal, con tal que su alma entre radiante en el reino celeste? 

- Delfina de Girardin (Espíritu). 
París, 1861.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos  - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 2 de setembro de 2013

LOS TORMENTOS VOLUNTARIOS

El hombre va incesantemente en busca de la felicidad que se le escapa, porque la felicidad perfecta no existe en la tierra. Sin embargo, en las vicisitudes que forman el cortejo inevitable de su vida, podría gozar, por lo menos, de una felicidad relativa; pero él la busca en las cosas perecederas y sujetas a las mismas vicisitudes, es decir, en los goces materiales, en vez de buscarla en los goces del alma, que son un goce anticipado de los placeres celestes imperecederos; en lugar de buscar la "paz del corazón", única felicidad real en la tierra, está ávido de todo lo que puede agitarle y turbarle, y, ¡cosa singular!, parece que se crea de intento tormentos que estaría en su mano evitar. ¿Los hay, acaso, más grandes que los que causan la envidia y los celos? Para el envidioso y celoso, no hay reposo; ambos tienen una fiebre continua; lo que ellos no tienen y lo que poseen los demás, les causa insomnios; la prosperidad de sus rivales les da vértigos; su emulación sólo se ejerce para eclipsar a sus vecinos; todo su placer consiste en excitar en los insensatos como ellos, la rabia de los celos de que están poseídos. Pobres obcecados, que no piensan que mañana les será preciso dejar todos estos juguetes, cuya codicia envenena su vida. A éstos no se aplican estas palabras: "Bienaventurados los afligidos porque ellos serán consolados", porque sus cuidados no son de aquellos que tienen compensación en el Cielo. Por el contrario, !cuántos tormentos se ahorra el que sabe contentarse con lo que tiene, que ve sin envidia lo que no tiene, que no pretende parecer más de lo que es! Siempre es rico, porque si mira hacia abajo en vez de mirar hacia arriba, siempre verá gentes que aun tienen menos; vive tranquilo, porque no se crea necesidades quiméricas, y la calma en medio de los huracanes de la vida ¿no es acaso una felicidad? 

- Fenelón (Espíritu). 
Lyon, 1860.


Extraído del Capítulo V - Bienaventurados los afligidos - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.