domingo, 26 de janeiro de 2014

Felicidad de la oración

23. Venid los que queréis creer: los espíritus celestes corren y vienen a deciros cosas grandes; Dios, hijos míos, abre su ancho pecho para daros sus bienes. ¡Hombres incrédulos! ¡Si supiéseis de qué modo la fe hace bien al corazón y conduce el alma al arrepentimiento, a la oración! La oración, ¡ah! ¡cuán tiernas son las palabras que salen de la boca en el momento de orar! La oración es el rocío divino que destruye, el excesivo calor de las pasiones; hija primogénita de la fe, nos lleva al sendero que conduce a Dios. En el recogimiento y la soledad, estáis con Dios; para vosotros no hay ya misterio, él se os descubre. Apóstoles del pensamiento, para vosotros es la vida; vuestra alma se desprende de la materia y recorre esos mundos infinitos y etéreos que los pobres humanos desconocen.

Marchad, marchad por el sendero de la oración, y oiréis las voces de los ángeles. ¡Qué armonía! Estas no son el murmullo confuso de los acentos chillones de la tierra; son las liras de los arcángeles; son las voces dulces y suaves de los serafines, más ligeras que las brisas de la mañana, cuando juguetean en el follaje de vuestros grandes bosques. ¡Entre cuántas delicias no marcharéis! ¡Vuestra lengua no podrá definir esta felicidad; cuánto más entre por todos los poros, tanto más vivo y refrescante es el manantial de donde se bebe! ¡Dulces voces, embriagadores perfumes que el alma siente y saborea, cuando se lanza a esas esferas desconocidas y habitadas por la oración! Sin mezcla de carnales deseos, todas las inspiraciones son divinas. También vosotros orad, como Cristo, llevando su cruz desde el Gólgota al Calvario; llevad vuestra cruz, y sentiréis las dulces emociones que pasaban por su alma, aunque cargada con un leño infamante; iba a morir, pero para vivir de la vida celeste en la morada de su padre.

- S. Agustín (Espíritu). 
París, 1861.


Extraído del Capítulo XXVII - Pedid y se os dará - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 25 de janeiro de 2014

Modo de orar

22. El primer deber de toda criatura humana, el, primer acto que debe señalar para ella la vuelta a la vida activa de cada día, es la oración. Casi todos vosotros rezais, pero ¡cuán pocos saben orar! ¡Qué importan al Señor las frases que juntáis maquinalmente, porque tenéis esta costumbre, que es un deber que llenais y que, como todo deber, os molesta!

La oración del cristiano, del espiritista, de cualquier culto que sea, debe ser hecha desde que el espíritu ha vuelto a tomar el yugo de la carne; debe elevarse a los pies de la majestad divina, con humildad, con profundidad, alentada por el reconocimiento de todos los bienes recibidos hasta el día, y por la noche que se ha pasado, durante la cual os ha sido permitido, aunque sin saberlo vosotros, volver al lado de vuestros amigos, de vuestros guías, para que con su contacto os den más fuerza y perseverancia. Debe elevarse humilde a los pies del Señor, para recomendarle vuestra debilidad, pedirle su apoyo, su indulgencia y su misericordia. Debe ser profunda, porque vuestra alma es la que debe elevarse hacia el Criador, la que debe transfigurarse como Jesús en el monte Tabor, y volverse blanca y radiante de esperanza y de amor.

Vuestra oración debe encerrar la súplica de las gracias que os sean necesarias, pero de una necesidad real. Es, pues, inútil pedir al Señor que abrevie vuestras pruebas y que os dé los goces y las riquezas; pedirle que os conceda los bienes más preciosos de la paciencia, de la resignación y de la fe. No digais lo que muchos de entre vosotros: "No vale la pena de orar, porque Dios no me escucha". La mayor parte del tiempo ¿qué es lo que pedís a Dios? ¿Habéis pensado muchas veces en pedirle vuestro mejoramiento moral? ¡Oh! no, muy pocas; más bien pensais en pedirle el buen éxito de vuestras empresas terrestres, y habéis exclamado: "Dios no se ocupa de nosotros; si se ocupara no habría tantas injusticias". ¡Insensatos! ¡Ingratos! Si descendiéseis al fondo de vuestra conciencia, casi siempre encontraríais en vosotros mismos el origen de los males de que os quejais; pedid, pues, ante todo, vuestro mejoramiento y veréis qué torrente de gracias y consuelos se esparcirá entre vosotros.

Debéis rogar sin cesar, sin que por esto os retiréis a vuestro oratorio o que os pongais de rodillas en las plazas públicas. La oración del día es el cumplimiento de vuestros deberes sin excepción, cualquiera que sea su naturaleza. ¿No es un acto de amor hacia el Señor el que asistais a vuestros hermanos en cualquier necesidad moral o física? ¿No es hacer un acto de reconocimiento elevar vuestra alma hacía El cuando sois felices, cuando se evita un percance, cuando una contrariedad pasa rozando con vosotros, si decís con el pensamiento: "¡Bendito seais, Padre mío!". ¿No es un acto de contrición el humillaros ante el Juez Supremo cuando sentís que habéis fallado, aunque sólo sea de pensamiento, al decirle: "¡Perdonadme, Dios mío, porque he pecado (por orgullo, por egoísmo o por falta de caridad); dadme fuerza para que no falte más y el valor necesario para reparar la falta!".

Esto es independiente de las oraciones regulares de la mañana y de la noche, y de los días que a ella consagréis; pero, como veis, la oración puede hacerse siempre sin interrumpir en lo más mínimo vuestros trabajos; decid, por el contrario, que los santifica. Y creed bien que uno solo de estos pensamientos, saliendo del corazón, es más escuchado de vuestro padre celestial que largas oraciones dichas por costumbre, a menudo sin causa determinada, y "a las cuales conduce maquinalmente la hora convenida".

- V. Monod (Espíritu). 
Burdeos, 1868.


Extraído del Capítulo XXVII - Pedid y se os dará - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 24 de janeiro de 2014

De la oración por los muertos y por los espíritus que sufren

18. La oración es solicitada por los espíritus que sufren; les es útil, porque viendo que uno se acuerda de ellos, se sienten menos abandonados y son menos desgraciados. Pero la oración tiene sobre ellos una acción más directa; aumenta su ánimo, les excita el deseo de elevarse por el arrepentimiento y la reparación y puede desviarles del pensamiento del mal; en este sentido es como puede aligerarse y aun abreviarse sus sufrimientos.

19. Ciertas personas no admiten la oración por los muertos, porque en su creencia sólo hay para el alma dos alternativas: ser salvada o condenada a las penas eternas, y en uno y otro caso la oración sería inútil. Sin discutir el valor de esta creencia, admitamos por un instante la realidad de las penas eternas e irremisibles, y que nuestras oraciones sean impotentes para ponerlas un término. Nosotros preguntamos si, en esta hipótesis, es lógico, caritativo ycristiano desechar la oración por los réprobos. Estas oraciones, por impotentes que sean para salvarle, ¿no son para ellos una señal de piedad que puede aliviar sus sufrimientos?; en la Tierra, cuando un hombre está condenado para siempre, aun cuando no tenga ninguna esperanza de obtener gracia, ¿se prohibe a una persona caritativa que vaya a sostener sus cadenas para aligerarle de su peso? Cuando alguno es atacado por un mal incurable, porque no ofrece ninguna esperanza de curación, ¿ha de abandonársele sin ningún consuelo? Pensad que entre los réprobos puede encontrarse una persona a quien habéis amado, un amigo, quizá un padre, una madre o un hijo, y porque, según vosotros, no podría esperar gracia, ¿rehusaríais darle un vaso de agua para calmar su sed, un bálsamo para curar sus llagas? ¿No haréis por él lo que haríais por un presidiario? No; esto no sería cristiano. Una creencia que seca el corazón no puede aliarse con la de un Dios que coloca en el primer lugar de los deberes el amor al prójimo.

La no eternidad de las penas no implica la negación de una penalidad temporal, porque Dios, en su justicia, no puede confundir el bien con el mal; así, pues, negar en este caso la eficacia de la oración, sería negar la eficacia del consuelo, de la reanimación y de los buenos consejos; seria negar la fuerza que logramos de la asistencia moral de los que nos quieren bien.

20. Otros se fundan en una razón más espaciosa, en la inmutabilidad de los decretos divinos, y dicen: Dios no puede cambiar sus decisiones por la demanda de sus criaturas pues sin esto nada habría estable en el mundo. El hombre, pues, nada tiene que pedir a Dios; sólo tiene que someterse y adorarle.

En esta idea hay una falsa aplicación de la inmutabilidad de la ley divina, o más bien ignorancia de la ley en lo que concierne a la penalidad futura. Esta ley la han revelado los espíritus del Señor, hoy que el hombre está en disposición de comprender lo que tocante a la fe es conforme o contrario a los atributos divinos.

Según el dogma de la eternidad absoluta de las penas, no se le toman en cuenta al culpable ni sus pesares, ni su arrepentimiento; para él todo deseo de mejorarse es superfluo, puesto que está condenado al mal perpetuamente. Si está condenado por un tiempo de-terminado, la pena cesará cuando el tiempo haya expirado; pero ¿quién dice que, a ejemplo de muchos de los condenados de la tierra, a su salida de la cárcel no será tan malo como antes? En el primer caso, sería tener en el dolor del castigo a un hombre que se volviera bueno; en el segundo, agraciar al que continuase culpable. La ley de Dios es más previsora que esto; siempre justa, equitativa y misericordiosa, no fija duración en la pena, cualquiera que sea; se resume de este modo:

21. "El hombre sufre siempre la consecuencia de sus faltas; no hay una sola infracción a la ley de Dios que no tenga su castigo. 
"La seyeridad del castigo es proporcionada a la gravedad de la falta.
"La duración del castigo por cualquier falta que sea, es indeterminada; está subordinada al arrepentimiento del culpable y a su vuelta al bien"; la pena dura tanto como la obstinación en el mal; sería perpetua si la obstinación fuera perpetua; es de corta duración si el arrepentimiento es pronto.
"Desde el momento en que el culpable pide miserícordia, Dios lo oye y le envía la esperanza. Pero el simple remordimiento de haber hecho mal no basta; falta la reparación; por esto el culpable está sometido a nuevas pruebas, en las cuales puede, siempre por su voluntad, hacer el bien y reparar el mal que ha hecho.
"El hombre, de este modo, es constantemente árbitro de su propia suerte; puede abreviar su suplicio o prolongarlo indefinidamente; su felicidad o su desgracia dependen de su voluntad en hacer bien".

Tal es la ley; ley "inmutable" y conforme a la bondad y a la justicia de Dios.

El espíritu culpable y desgraciado puede, de este modo, salvarse a sí mismo; la ley de Dios le dice con qué condición puede hacerlo. Lo que más a menudo le falta es voluntad, fuerza y valor; si con nuestras oraciones le inspiramos, si le sostenemos y le animamos, y si con nuestros consejos le damos las luces que le faltan, "en lugar de solicitar a Dios que derogue su ley, venimos a ser los instrumentos para la ejecución de su ley de amor y de caridad", de la cual participamos nosotros mismos, dando una prueba de caridad.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVII - Pedid y se os dará - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 23 de janeiro de 2014

Oraciones inteligibles

16. Pues si yo no entendiere el valor de la voz, seré bárbaro para aquél a quien hablo: y el que habla, lo será para mí. "Porque si orare en una lengua que no entienda, mi espíritu ora, mas mi mente queda sin fruto". - Mas si alabares a Dios con el espíritu, el que ocupa lugar del simple pueblo, ¿cómo dirán "Amén" sobre tu bendición, "puesto que no entiende lo que tú dices?" - Verdad es que tú das bien las gracias, "mas el otro no es edificado". (San Pablo, Epístola 1ª a los Corint., capítulo XIV, v. 11, 14, 16 y 17).

17. La oración sólo tiene valor por el pensamiento que se une a ella, y es imposible unir el pensamiento a lo que no se comprende, por qué lo que no se comprende no puede conmover al corazón. Para la inmensa mayoría, las oraciones en un lenguaje incomprensible sólo son un conjunto de palabras que nada dicen al espíritu. Para que la oración conmueva, es preciso que cada palabra despierte una idea, y si nose comprende no puede despertar ninguna. Se repite como una simple fórmula, suponiéndole más o menos virtud según el número de veces que se repite; muchos oran por el deber y otros por conformarse con los usos; por esto creen haber cumplido su deber cuando han dicho una oración número de veces determinado, siguiendo tal o cual orden. Dios lee en el fondo del corazón y ve el pensamiento y la sinceridad; sería rebajarle creerle más sensible a la forma que al fondo.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVII - Pedid y se os dará - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 22 de janeiro de 2014

Acción de la oración

9. La oración es una invocación; por ella nos ponemos con el pensamiento en relación con el ser a quien nos dirigimos. Puede tener por objeto suplicar, dar gracias o glorificar. Se puede orar para sí mismo, para otro, para los vivos y para los muertos. Las oraciones dirigidas a Dios son oídas por los espíritus encargados de la ejecución de su voluntad, y las que se dirigen a los buenos espíritus son transmitidas a Dios. Cuando se ruega a otros seres que a Dios, sólo es con el titulo de intermediarios, de intercesores, porque nada puede hacerse sin la voluntad de Dios.

10. El Espiritismo hace comprender la acción de la oración, explicando el modo de transmitir el pensamiento, ya sea que el ser a quien se ruega venga a nuestro llamamiento, o que nuestro pensamiento llegue a el. Para formarse una idea de lo que sucede en esta circunstancia, es menester representar a todos los seres, encarnados y desencarnados, sumergidos con un fluido universal que ocupa el espacio, como aquí lo estamos en la atmósfera. Ese fluído recibe una impulsión de la voluntad; es el vehículo del pensamiento, como el aire lo es del sonido, con la diferencia de que las vibraciones del aire están circunscritas, mientras que las del fluído universal se extienden hasta el infinito. Luego, cuando el pensamiento se dirige hacia un ser cualquiera que está en la tierra o en el espacio, del encarnado al desencarnado o del desencarnado al encarnado, se establece una corriente fluídica entre los los, la cual transmite el pensamiento como el aire transmite el sonido.

La energía de la corrienteestá en razón con la del pensamiento y de la voluntad. Así es como la oración es oída por los espíritus en cualquier parte que se encuentren, como los espíritus se comunican entre sí, como nos transmiten sus inspiraciones y como se establecen relaciones a distancia entre los encarnados.

Esta explicación, es sobre todo, para aquellos que no comprenden la utilidad de la oración puramente mística; no es con objeto de materializar la oración, sino con el fin de hacer comprensible su efecto, manifestando que puede tener una acción directa y efectiva, sin que por esto deje de estar menos subordinada a la voluntad de Dios, juez supremo de todas las cosas y el único que puede hacer eficaz su acción. 

11. Por la oración el hombre llama el concurso de los buenos espíritus que vienen a sostenerle en sus buenas resoluciones y a inspirarle buenos pensamientos, adquiriendo de este modo la fuerza moral necesaria para vencer las dificultades y volver a entrar en el camino derecho si se ha desviado, así como también  puede desviar de sí los males que se atrae por sus propias faltas. Un hombre, por ejemplo, vé su salud deteriorada por los excesos que ha cometido, arrastrando hasta el fin de sus días una vida de sufrimientos; ¿tiene acaso, derecho a quejarse si no consigue la curación? No, porque en la oración hubiera podido encontrar la fuerza necesaria para resistir las tentaciones. 

12. Si los males de la vida se dividen en dos partes, una compuesta de aquellos que el hombre no puede evitar y la otra de las tribulaciones cuya primera causa es él mismo por su incuria y sus excesos, se verá que ésta sobrepuja de mucho en número a la primera. Es, pues, evidente, que el hombre es el autor de la mayor parte de sus aflicciones, y que se las ahorraría si obrase siempre con moderación y prudencia.

No es menos cierto que estas miserias son resultado de nuestras infracciones a las leyes de Dios, y que si las observásemos puntualmente seríamos felices. Si no traspasáramos el límite de lo necesario en la satisfacción de nuestras necesidades, no tendríamos las enfermedades que son consecuencia de los excesos y las vicisitudes que conducen a ellos; si pusiéramos límite a nuestra ambición, no temeríamos la ruina; si no quisiéramos subir más alto de lo que podemos, no temeríamos caer; si fuésemos humildes, no sufriríamos los desengaños del orgullo rebajado; si practicáramos la ley de caridad, no maldeciríamos ni seríamos envidiosos, ni celosos, y evitaríamos las querellas y las disensiones; si no hiciéramos mal a nadie, no temeríamos las venganzas, etc., etc. 

Admitamos que el hombre no pueda nada sobre los otros males y que todas las oraciones sean superfluas para preservarse de ellos; ¿no sería ya bastante el que pudiera evitar todo lo que proviene de sus propios hechos? Pues aquí la acción de la oración se concibe perfectamente, porque tiene por objeto solicitar la inspiración saludable de los buenos espíritus, pidiéndoles fuerza para resistir a los malos pensamientos, cuya ejecución puede sernos funesta. En este caso "no desvían el mal, sino que nos desvían a nosotros mismos del pensamiento que puede causarlo; en nada embarazan los decretos de Dios ni suspenden el curso de las leyes de la naturaleza; "sólo nos impiden infringir estas leyes dirigiendo nuestro libre albedrío"; pero lo hacen sin saberlo nosotros y de una manera oculta, para no encadenar nuestra voluntad. El hombre se encuentra entonces en la posición de aquél que solicita buenos consejos y los pone en práctica, pero siempre es libre de seguirlos o dejarlos de seguir; Dios quiere que así suceda para que tenga la responsabilidad de sus actos dejándole el mérito de la elección entre el bien y el mal. Esto es lo que el hombre siempre está seguro de obtener si lo pide con fervor, y a lo que sobre todo pueden aplicarse estas palabras: "Pedid y se os dará".

La eficacia de la oración, aun reducida a esta proporción, ¿no tendría, acaso, un resultado inmenso? Estaba reservado al Espiritismo el probarnos su acción por la revelación de las relaciones que existen entre el mundo invisible y el mundo visible. Pero no se limitan únicamente a éstos sus efectos.

La oración está recomendada por todos los espíritus; renunciar a la oración es desconocer la bondad de Dios; es renunciar para sí mismo a su asistencia y para los otros al bien que puede hacérseles.

13. Dios, accediendo a la súplica que se le dirige, tiene la mira de recompensar la intención, la sinceridad y la fe del que ruega; por este motivo la oración del hombre de bien tiene más mérito a los újos de Dios y siempre más eficacia que la del hombre vicioso y malo, porque éste no puede rogar con el fervor y la confianza que sólo se adquiere por el sentimiento de la verdadera piedad. Del corazón del egoísta, de aquél que ruega sólo con la articulación de la palabra, no pueden salir los impulsos de caridad que dan a la oración todo su poder. De tal modo así se comprende, que, por un movimiento instintivo, nos recomendamos con preferencia a las oraciones de aquellos cuya conducta se cree ser agradable a Dios, porque son más escuchados.

14. Si la oración ejerce una especie de acción magnética, podría creerse que su efecto está subordinado al poder fluidico; pero no sucede así: puesto que los espíritus ejercen esta acción sobre los hombres, suplen cuando es necesario la insuficiencia del que ora, ya obrando directamente "en su nombre", ya dándole momentáneamente una fuerza excepcional, cuando se le juzga digno de este favor o cuando la cosa puede ser útil.

El hombre que no se cree bastante bueno para ejercer una influencia saludable, no por esto debe abstenerse de rogar por otro, con el pensamiento de que no es digno de ser escuchado. La conciencia de su inferioridad es una prueba de humildad siempre agradable a Dios, que toma en cuenta la intención caritativa que le anima su fervor y su confianza en Dios, son el primer paso de la vuelta al bien, y los buenos espíritus se felicitan de poderle alentar. La oración que no se escucha es la del "orgulloso que sólo tiene fe en su poder y en sus méritos, creyendo poder substituirse a la voluntad del Eterno".

15. El poder de la "oración" está en el pensamiento; no se concreta a las palabras, ni al lugar, ni al momento que se hace. Se puede, pues, rogar en todas partes y a todas horas, estando solo o acompañado. La influencia del lugar o del tiempo está en relación de las circunstancias que pueden favorecer el recogimiento. "La oración en común tiene una acción más poderosa cuando todos aquellos que oran se asocian de corazón a un mismo pensamiento y tienen un mismo objeto", porque es como si muchos levantasen la voz juntos y unísonos; pero ¡qué importaría estar unidos en gran número, si cada uno obrase aisladamente y por su propia cuenta personal! Cien personas reunidas pueden orar como egoístas, mientras que dos o tres, unidas en una común aspiración, rogarán como verdaderos hermanos en Dios, y su oración tendrá más poder que la de los otros ciento.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVII - Pedid y se os dará - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 21 de janeiro de 2014

Eficacia de la oración

5. Por tanto os digo, que todas las cosas que pidiéreis orando, creed que las recibiréis y os vendrán. (San Marcos, capítulo XI, v. 24).

6. Hay gentes que niegan la eficacia de la oración fundándose en el princípio de que, conociendo Dios nuestras necesidades, es superfluo exponérselas. Aun añaden, que encadenándose todo el universo por leyes eternas, nuestros votos no pueden cambiar los decretos de Dios.

Sin ninguna duda hay leyes naturales e inmutables que Dios no puede anular a capricho de cada uno; pero de esto a creer que todas las circunstancias de la vida están sometidas a la fatalidad, es grande la distancia. Si así fuese, el hombre sólo sería un instrumento pasivo, sin libre albedrío y sin iniciativa. En esta hipótesis no habria más que doblar la cabeza al golpe de los acontecimientos, sin evitarlos, y por lo tanto, no se hubiera procurado desviar el rayo. No ha dado Dios al hombre el juicio y la inteligencia para no servirse de ellos, ni la voluntad para no querer, ni la actividad para estar en la inacción. Siendo libre el hombre para obrar en un sentido o en otro, sus actos tienen para sí y para los otros consecuencias subordinadas a lo que hace o deja de hacer; hay acontecimientos que por su iniciativa escapan forzosamente a la fatalidad sin que por esto se destruyan la armonia de las leyes universales, como si se adelanta o retrasa la saeta de un reloj, tampoco se destruye la ley del movimiento sobre la cual está establecido el mecanismo. Dios puede acceder a cieflas súplicas sin derogar la inmutabilidad de las leyes que rigen el conjunto, quedando siempre su acción subordinada a su voluntad.

7. Seria ilógico deducir de esta máxima: "Todas las cosas que pidiéreis orando, creed que las recibiréis y os vendrán", que basta pedir para obtener como sería injusto acusar a la Providencia si no accede a otro lo que se le pide, puesto que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. Hace lo mismo que un padre prudente que rehusa a su hijo las cosas contrarias al interés de éste. Generalmente el hombre sólo ve el presente; mas si el sufrimiento es útil para su futura felicidad, Dios le dejará qe sufra, como el cirujano deja sufrir al enfermo en la operación que debe conducirle a la curación. 

Lo que Dios le concederá, si se dirige a El con confianza, es valor, paciencia y resignación. También le concederá los medios para que él mismo salga del conflicto, con ayuda de las ideas que le suglere por medio de los buenos espíritus, dejándole de este modo todo el mérito; Dios asiste a los que se ayudan a si mismos, según esta máxima: "Ayúdate y el cielo te ayudará", y no a aquellos que todo lo esperan de un socorro extraño, sin hacer uso de sus propias facultades; pero casi siempre se preferiría el ser socorrido por un milagro sin que nos costase ningún trabajo. 

8. Pongamos un ejemplo: Un hombre se ha perdido en el desierto y sufre una sed horrible; siéntese desfallecer y se deja caer en el suelo; ruega a Dios que le asista, y espera; pero ningún ángel viene a traerle agua. Sin embargo, un buen espíritu le ha "sugerido" el pensamiento de levantarse, seguir uno de los senderos que se presentan ante él, y entonces por un movimiento maquinal, se reviste de ánimo, se levanta y marcha a la ventura. Llega a una colina, descubre lejos un arroyuelo, y a esta vista, recobra ánimo. Si tiene fe, exclamará: "Gracias, Dios mío, por el pensamiento que me habéis inspirado y por la fuerza que me habéis dado". Si no tiene fe, dirá: "¡Qué buen pensamiento he tenido! ¡Qué suertehaber tomado el camino de la derecha más bien que el de la izquierda! la casualidad, verdaderamente, nos sirve bien algunas veces. ¡Cuánto me felicito por mi valor en no dejarme abatir!" 

Pero dirán algunos: "¿por qué el buen espíritu no le dijo bien claro, sigue esta senda, y al extremo encontrarás lo que te hacefalta? ¿Por qué no se le ha manifestado, para guiarle y sostenerdle en su abatimiento? De este modo le hubiera convencido de la intervención de la Providencia". En primer lugar sucede así para enseñarle que debe ayudarse a sí mismo y hacer uso de sus propias fuerzas, y luego, por tal incertidumbre, Dios pone a prueba la confianza que en El se tiene, así como la sumisión a su voluntad. Ese hombre estaba en la situación de un niño que cae, y si ve a alguno, grita y espera que le vayan a levantar; si no ve a nadie, hace esfuerzos y se levanta solo. 

Si el ángel que acompañó a Tobías le hubiese dicho: "Soy el enviado de Dios para guiarte en tu viaje y preservarte de todo peligro", Tobias no hubiera tenido ningún mérito; confiando en su compañero, ni aun hubiera tenido necesidad de pensar; por esto el angel no se dió a conocer hasta el regreso.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVII - Pedid y se os dará - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 20 de janeiro de 2014

Cualidades de la oración

1. Y cuando oréis, no seréis como los hipócritas, que aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para ser vistos de los hombres: en verdad os digo recibieron su galardón. - Mas tú, cuando orares, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. - Y cuando oráreis, no habléis mucho como los gentiles, pues piensan que por mucho hablar serán oídos. - Pues no queráis asemejaros a ellos porque vuestro Padre sabe lo que habéis menester, antes que se lo pidais. (San Mateo, cap. VI, v. de 5 a 8).

2. Y cuando estuviéreis para orar, si tenéis alguna cosa contra alguno, perdonadle: para que vuestro Padre que está en los cielos, os perdone también vuestros pecados. - Porque si vosotros no perdonáreis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestros pecados. (San Marcos, capítulo XI, v. 25 y 26).

3. Y dijo también esta parábola a unos que fiaban en sí mismos, como si fuesen justos y despreciaban a los otros. - Dos hombres subieron al templo a orar: el uno era fariseo y el otro publicano. - El fariseo, estando en pie, oraba en su interior de esta manera: "Dios, gracias te doy porque no soy como los otros hombres, robadores, injustos, adúlteros, así como este publicano. - Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo. -Mas el publicano, estando lejos, no osaba ni aún alzar los ojos al cielo; sino que hería su pecho, diciendo: Dios, muéstrate propicio a mí, pecador. - Os digo que éste, y no aquél, descendió justiucado a su casa: porque todo hombre que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado. (San Lucas, cap. XVIII, v. de 9 a 14).

4. Jesús definió las cualidades de la oración claramente, diciendo: Cuando roguéis, no os pongáis en evidencia; rogad en secreto y no afectéis rogar mucho porque no será por la multitud de las palabras que seréis oídos, sino por la sinceridad con que sean dichas; antes de orar, si tenéis alguna cosa contra alguien, perdonádsela, porque la oración no podría ser agradable a Dios si no sale de un corazón purificado de todo sentimiento contrario a la caridad; en fin, rogad con humildad, como el publicano, y no con orgullo, como el fariseo: examinad vuestros defectos y no vuestras  cualidades, y si os comparáis con otros, buscad lo que hay de malo en vosotros.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVII - Pedid y se os dará - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 18 de janeiro de 2014

Mediumnidad gratuita

7. Los médiums modernos - porque los apóstoles poseían también la mediumnidad - han recibido igualmente de Dios un don gratuito, que consiste en ser los intérpretes de los espíritus para la instrucción dc los hombres, para enseñarles el camino del bien y conducirles a la fe, y no para vender palabras que no les pertenecen, porque no son producto "de su concepción, ni de sus investigaciones, ni de su trabajo personal". Dios quiere que la luz llegue a todo el mundo, y no quiere que el más pobre quede desheredado y pueda decir: No tengo fe porque no he podido pagarla; yo no he tenido el consuelo de recibir la ayuda y los testimonios de afecto de los que lloro, porque s-oy pobre. Por esta razón la mediumnidad no es un privilegio, sino que se halla en todas partes y hacerla pagar sería desviarla de su objeto providencial.

8. El que conozca un poco las condiciones en que se comunican los buenos espíritus y su repulsión por todo lo que es de interés y de egoísmo, sabe cuán poca cosa se necesita para alejarles; nunca podrá admitir que los espíritus superiores estén a disposición del primero que llegue y les llame, a tanto la sesión, pues el buen sentido rechaza tal pensamiento. ¿Acaso no sería una profanación evocar a precio de oro a los seres que nosotros respetamos o que queremos? Sin duda que de este modo pueden obtenerse manifestaciones; pero, ¿quién podría garantir su sinceridad? Los espíritus ligeros, mentirosos, traviesos y toda la cohorte de espíritus inferiores, muy poco escrupulosos, vienen siempre a responder y están dispuestos a lo que se les pregunta, sin que les dé ningún cuidado mentir. Luego, el que quiere comunicaciones formales, debe, desde luego pedirlas formalmente, y después penetrarse bien de la naturaleza de las simpatías del medium con los seres del mundo espiritual. La primera condición para adquirir la benevolencia de los buenos espíritus, es la humildad, el sacrificio la negación y el desinterés "moral y material" más absoluto.

9. Al lado de la cuestión moral se presenta una consideración efectiva no menos importante, que tiene relación con la misma naturaleza de la facultad. La mediumnidad formal no puede ser ni será nunca una profesión, no sólo porque sería desacreditada moralmente y muy pronto asimilada a la de los que dicen la buenaventura, sino porque se opone a ella un obstáculo material: el de ser una facultad esencialmente movible, fugitiva y variable, y sobre cuya permanencia nadie puede tener una completa seguridad. Luego, para explotarla, sería un recurso del todo incierto, toda vez que podría faltar en el momento que fuese más necesaria. Otra cosa sucede con un talento adquirido por el estudio y el trabajo y que por lo mismo, siendo una propiedad, naturalmente se permite sacar partido de él. Pero la mediumnidad ni es un arte ni es un talento, por lo cual no puede ser una profesión; sólo existe por el concurso de los espíritus, y si éstos hacen falta, ya no hay mediumnidad; la aptitud puede subsistir, pero el ejercicio está anulado. Así es que no hay ningún médium en el mundo que pueda asegurar la producción de un fenómeno espiritista en un momento dado. Explotar la mediumnidad, es pues, disponer de una cosa que realmente no se tiene, y afirmar lo contrario seria engañar al que la pagara; hay más aun, y es que el inédium no dispone de "sí mismo", sino de los espíritus de las almas de los muertos, cuyo concurso se pone a precio. Este pensamiento repugna instintivamente. El tráfico degenerado en abuso y explotado por el charlatanismo, la ignorancia, la credulidad y la superstición, motivó la prohibición de Moisés. El espiritismo moderno, comprendiendo lo formal del asunto, por el descrédito que ha echado sobre esta explotación, ha elevado la mediumnidad al rango de misión. 

10. La mediumnidad es una cosa santa que debe practicarse santa y religiosamente. Si hay una clase de mediumnidad que requiere esta condición y de un modo más absoluto, es la mediumnidad curativa. El médico da el fruto de sus estudios, que ha hecho a costa de sacrificios, a menudo muy penosos; el magnetizador da su propio fluido y muchas veces su salud: éstos pueden poner precio a sus facultades; pero el médium que cura, sólo transmite el fluido saludable de los buenos espíritus, y por lo tanto no tiene derecho de venderlo, Jesús y los apóstoles, aunque pobres, no hacían pagar las curaciones que operaban. 

Así, pues, el que no tenga de qué vivir, que busque recursos por otra parte y no en la mediumnidad; que no consagre en ello, si es necesario, sino el tiempo de que pueda disponer materialmente. Los espíritus ya tomarán en cuenta su sacrificio y abnegación, mientras que se retirarán de los que esperan hacer de esto un negocio. 

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVI - Dad gratuitamente lo que recibís gratuitamente - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 17 de janeiro de 2014

Mercaderes echados del templo

5. Vienen, pues, a Jerusalén. Y habiendo entrado en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo: y trastornó las mesas de los banqueros, y las sillas de los que vendían palomas. - Y no consentía que alguno transportase mueble alguno por el templo. - Y les enseñaba diciendo: ¿No está escrito: mi casa, casa de oración será llamada de todas las gentes? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. - Cuando lo supieron los príncipes de los sacerdotes y los escribas, buscaban cómo quitarle la vida: porque le temían por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina. (San Marcos, cap. XI, v. de 15 a 18. - San Mateo, capítulo XXI, v. 12 y 13).

6. Jesús echó a los mercaderes del templo: con esto condena el tráfico de las cosas santas "bajo cualquier forma que sea". Dios no vende, ni su bendición, ni su perdón, ni la entrada del reino de los cielos; luego el hombre no tiene el derecho de hacerlos pagar.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVI - Dad gratuitamente lo que recibís gratuitamente - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 16 de janeiro de 2014

Oraciones pagadas

3. Y oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos: - Guardáos de los escribas, que quieren andar con ropas talares y  gustan de ser saludados en las plazas, y de las primeras sillas en las sinagogas, y de los primeros asientos en los convites. - "Que devoran las casas de las viudas pretextando larga oración". Estos recibirán mayor condenación. (San Lucas, cap. XX, v. 45, 46 y 47. - San Marcos, cap. XII, v. 38, 39 y 40. - San Mateo, cap. XXIII, y. 14).

4. También dijo Jesús: No hagáis pagar vuestras oraciones; no hagáis como los escribas, que bajo el pretexto de largas oraciones, "devoran las casas de las viudas"; es decir, acaparan las fortunas. La oración es un acto de caridad, un impulso del corazón, y hacer pagar lo que se dirige a Dios por otro, es constituirse en intercesor asalariado, pues entonces la oración no es más que una fórmula cuya duración está proporcionada a la cantidad que produce. Luego, una de dos: Dios mide o no sus gracias por el número de palabras; si se necesitan muchas, ¿por qué se dicen pocas o ninguna al que no puede pagar? Esto es una falta de caridad; si por el contrario, una sola basta, lo que sobra es inútil y entonces ¿por qué se hace pagar? Esto es una prevaricación.

Si Dios no vende los beneficios que concede ¿por qué aquel, que ni siquiera es el distribuir, ni puede garantizar la obtención de ellos, hace pagar una súplica que no puede tener seguro resultado? Dios no puede subordinar un acto de clemencia, de bondad o de justicia que se solicite de su misericordia, a una cantidad de dinero; de otro modo resultaría que si la cantidad no se pagó o es insuficiente, lajusticia, la bondad y la clemencia de Dios estarían en suspenso. La razón, el buen sentido y la lógica, dicen que Dios, la perfeccjón absoluta no puede delegar a criaturas imperfectas el derecho de poner precio a su justicia. La justicia de Dios es como el sol; está por todo el mundo, lo mismo para el pobre que para el rico. Si se considerara como inmortal el tráfico que se hace con las gracias de un soberano de la tierra, ¿es, acaso, más lícito el vender las del Soberano del universo?

Las oraciones pagadas tienen otro inconveniente; el que las compra, se cree muchas veces dispensado de rogar por él mismo, porque se considera en paz cuando ha dado su dinero. Se sabe, además, que los espíritus se conmueven sólo por medio del fervor del pensamiento que se interesa por ellos; y ¿qué fervor puede tener aquel que encarga a un tercero que rece para él, pagando? ¿Cuál es el fervor de este tercero cuando delega su mandato a otro, éste a otro, y así sucesivamente? ¿No es esto rebajar la eficacia de la oración al valor de una moneda corriente?

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVI - Dad gratuitamente lo que recibís gratuitamente - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 15 de janeiro de 2014

Don de curar

1. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios; "graciosamente recibísteis, dad graciosamente". (San Mateo, cap. X, v. 8).

2. "Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente"; dijo Jesús a sus discípulos; por este precepto prescribe que no se haga pagar lo que uno mismo no ha pagado, y lo que ellos habían recibido gratuitamente era la facultad de curar a los enfermos y echar a los demonios, es decir, a los malos espíritus; este don se les dió gratuitamente por Dios para el alivio de los que sufren y para ayudar a la propagación de la fe, diciéndoles que no hicieran con él ningún negocio, ni un objeto de especulación, ni un medio de vivir.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXVI - Dad gratuitamente lo que recibís gratuitamente - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 14 de janeiro de 2014

No poseáis oro

9. No poseáis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas. - Ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón, porque digno es el trabajador de su alimento.

10. Y en cualquier ciudad o aldea que entráreis, preguntad quién hay en ella digno, y estáos allí hasta que salgáis. - Y cuando entréis en la casa, saludadla diciendo: Paz sea en esta casa. Y  si aquella casa fuese digna, vendrá sobre ella vuestra paz; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. 

Y todo el que no os recibiere, ni oyere vuestra palabra, al salir fuera de la casa o de la ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. - En verdad os digo que será más tolerable a la tierra de los de Sodoma y de Gomorra en el día del juicio, que a aquella ciudad. (San Mateo, cap. X, v. de 9 a 15).

11. Estas palabras que Jesús dirigía a sus apóstoles cuando les envió por primera vez a anunciar la buena nueva, nada tenían de extraño en aquella época: eran conformes a las costumbres patriarcales de Oriente, en que al viajero se le recibía siempre en la tienda; pero entonces los viajeros eran raros; en los pueblos modernos, el aumento de la circulación ha debido crear nuevas costumbres; las de los pueblos antiguos sólo se encuentran en las comarcas retiradas, en donde no ha penetrado aún el movimiento; y si Jesús volviese hoy, ya no podría decir a sus apóstoles: Ponéos en marcha sin provisiones.

Además del sentido propio, estas palabras tienen un sentido moral muy profundo. Jesús ensenaba de este modo a sus discípulos a confiar en la Providencia, pues no teniendo nada, no podían tentar la ambición de aquellos que les recibían; este era el medio de distinguir a los caritativos delos egoístas; por esto les dijo: "Informáos de quién es digno para que os hospedéis en su casa; es decir, quien es el más humano para hospedar al viajero que no tiene con qué pagar, porque aquellos son dignos de vuestras palabras; les reconoceréis por su caridad. 

En cuanto a los que no quisieran recibirles ni escucharles, ¿dijo, acaso, a sus apóstoles que les maldijeran, que se les impusieran, que usaran de violencia y apremio para convertirlos? No, sino que se fuesen sencillamente a otra parte y buscasen gentes de mejor voluntad.

Del mismo modo dice hoy el Espiritismo a sus adeptos: No violentéis ninguna conciencia, no obliguéis a ninguna persona a dejar sus creencias para adoptar la vuestra, no anatematicéis a los que no piensan como vosotros; acoged a los que os reciben y dejad en paz a los que os rechazan. Acordáos de las palabras de Cristo: en otro tiempo el Cielo se tomaba por la violencia, hoy por la dulzura.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXV - Buscad y encontraréis - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 13 de janeiro de 2014

"Contemplad las aves del cielo"

6. No queráis atesorar para vosotros tesoros en la tierra: donde orín y polilla los consume; y en donde ladrones los desentierran y roban. - Mas atesorad para vosotros tesoros en el cielo; en donde ni los consume orín ni polilla; y en donde ladrones no los desentierran ni roban. - Porque en donde. está tu tesoro, allí está también tu corazón.

Por tanto os digo, no andéis afanados por vuestra alma, que comeréis, ni para vuestro cuerpo, que vestiréis. ¿No es más el alma que la comida, y el cuerpo más que el vestido?

Mirad las aves  del cielo, que no siembran ni siegan, ni allegan entrojes; y vuestro padre celestial las alimenta: ¿Pues no  sois vosotros mucho más que ellas? - ¿Y quién de vosotros, discurriendo, puede añadir un codo a su estatura?

¿Y por qué andáis acongojados por el vestido? Considerad como crecen los lirios del campo; no trabajan ni hilan. - Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria fué cubierto como uno de éstos. - Pues si al heno del campo, que hoy es, y mañana es echado en el horno, Dios viste así: ¿Cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?

No os acongojéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? - Porque los gentiles se afanan por estas cosas. Y vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de todas ellas.

Buscad, pues, primeramente, el reino de Dios y su justicia: y todas estas cosas os serán añadidas. - Y así no andéis cuidadosos por el día de mañana. Porque el día de mañana a sí mismo se traerá su cuidado. "Le basta al día su propio afán". (San Mateo, cap. VI, v. de 19 a 21, y de 25 a 34).

7. Estas palabras, tomadas literalmente, serían la negación de toda previsión, de todo trabajo y de consiguiente de todo progreso. Con tal principio, el hombre se reduciría a un estado pasivo espectante; sus fuerzas físicas e intelectuales, no tendrían actividad; si tal debiese ser su condición normal en la tierra, nunca hubiera salido de su estado primitivo, y si de ello hiciera su ley actual, no tendría otra cosa que hacer sino vivir sin hacer nada. No pudo ser tal el pensamiento de Jesús, porque estaría en contradicción con lo que dijo en otra parte y con las mismas leyes de la naturaleza. Dios ha creado al hombre sin vestido y sin abrigo, pero le ha dado la inteligencia para que se lo fabrique.

Es preciso, pues, no ver en estas palabras sino una poética alegoría de la Providencia, que nunca abandona a los que ponen en ella su confianza, pero quiere que trabajen por su parte. Si no viene siempre en ayuda para un socorro material, inspira las ideas con las cuales se encuentran los medios de salir del paso.

Dios conoce nuestras necesidades y provee según lo que se necesita; pero el hombre, insaciable en sus deseos, no siempre sabe contentarse con lo que tiene; no le basta lo necesario, sino que le es indispensable lo superfluo, y entonces la Providencia le abandona a sí mismo. Muchas veces es desgraciado por su causa y por haber desconocido la voz que le avisaba por medio de su conciencia, dejándole Dios que sufra las consecuencias con el fin de que le sirva de lección para el porvenir.

8. La tierra produce lo suficiente para alimentar a todos sus habitantes; cuando los hombres sabrán administrar los bienes que da según las leyes de justicia, de caridad y de amor al prójimo, cuando la fraternidad reinará entre los diversos pueblos, como entre las provincias de un mismo imperio, lo superfluo momentáneo del uno servirá para el otro, y cada uno tendrá lo necesario. El rico se considerará entonces como teniendo una grande cantidad de semillas, que si las siembra, producirán el céntuplo para él y para los otros; pero si él solo se come las semillas, si malgasta y deja perder lo sobrante de lo que coma nada producirán, y no habrá para todos, y si las encierra en su granero, los gusanos las comerán: por esto ha dicho Jesús: No acumuléis tesoros en la tierra, que son perecederos, pero sí en el cielo, porque son eternos, o en otros términos: no déismás importancia a los bienes materiales que a los bienes espirituales y saber sacrificar los primeros en provecho de los segundos.

La caridad y la fraternidad no se decretan con leyes; si no están en el corazón, el egoísmo las ahogará siempre; hacérselas penetrar, es obra del Espiritismo. 

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXV - Buscad y encontraréis - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

domingo, 12 de janeiro de 2014

Ayúdate y el cielo te ayudará

1. Pedid, y se os dará: buscad y hallaréis: llamad y se os abrirá - Porque todo el que pide recibe; y el que busca, halla; y al que llame, se le abrirá. ¿O quién de vosotros es el hombre, a quien si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra? -¿O si le pidiere un pez, por ventura le dará una serpiente? - Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos: ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará bienes a los que se los pidan? (San Mateo, cap. VII, y. de 7 a 11).

2. Desde el punto de vista terrestre, la máxima: "Buscad y hallaréis", es análoga a esta otra: "Ayúdate que el cielo te ayudará". Es el principio de la "ley del trabajo" y, por consecuencia, de la "ley del progreso", porque el progreso es hijo del trabajo y el trabajo pone en acción las fuerzas de la inteligencia.

En la infancia de la humanidad, el hombre sólo aplica su inteligencia a buscar el alimento y los medios de preservarse de la intemperie y defenderse de sus enemigos; pero Dios le ha dado más que al animal: le ha dado "el deseo incesante de mejorar". Este deseo es el que le impulsa a buscar los medios para mejorar su posición y le conduce a los descubrimientos, a las invenciones y al perfeccionamiento de la ciencia, porque la ciencia es la que le procura lo que le falta. Por medio de estas investigaciones su inteligencia aumenta y su moral se purifica; a las necesidades del cuerpo suceden las necesidades del espíritu; después del alimento material es necesario el alimento espiritual; este es el modo como el hombre pasa del estado salvaje al de civilización.

Pero como el progreso que el hombre cumple individualmente, durante la vida, es muy poco, y aun imperceptible en un gran número, ¿cómo podría, pues, progresar la humanidad, sin la preexistencia y la persistencia del alma? Si las almas se fuesen todos los días para no volver jamás, la humanidad se renovaría sin cesar con elementos primitivos, teniendo que hacerlo todo y aprenderlo todo; no habría pues, razón para que el hombre estuviese más adelantado hoy que en las primeras edades del mundo, puesto que al nacer, el trabajo intelectual estaría para empezar. El alma, por el contrario, volviendo con su progreso hecho, y adquiriendo cada vez alguna cosa más, pasa de este modo gradualmente de la barbarie a la "civilización material" y de ésta a la "civilización moral".

3. Si Dios hubiese librado alhombre del trabajo del cuerpo, sus miembros estarían atrofiados; si le hubiese librado del trabajo de la inteligencia, su espíritu hubiera quedado en la infancia, en el estado de instinto del animal; por esto ha hecho que fuera una necesidad el trabajo; le ha dicho: "Busca y hallarás, trabaja y producirás"; de este modo serás hijo de tus obras, tendrás el mérito y serás recompensado según lo que hábrás hecho. 

4. Haciendo aplicación de este principio, los espíritus no vienen a ahorrar al hombre el trabajo de sus investigaciones, trayéndoles descubrimientos e invenciones enteramente hechos y prontos a producir, de modo que no tenga que hacer otra cosa que tomar lo que se le pondría en la mano, sin tener el trabajo de bajar para recoger, ni menos el de pensar. Si así fuese, el más perezoso podría enriquecerse, y el más ignorante ser sabio a poca costa, y el uno y el otro atribuirse el mérito de lo que no habrían hecho. No, "los espíritus no vienen a librar al hombre de la ley del trabajo, sino a enseñarle el objeto que debe conseguir y el camino que a él conduce, diciéndole": Marcha y llegarás. Encontrarás piedras a tu paso, pero procura quitarlas por tí mismo, pues te damos la fuerza necesaria si quieres aprovecharte de ella.

5. Desde el punto de vista moral, las palabras de Jesús significan: Pedid la luz que debe iluminar vuestro camino, y os será dada; pedid la fuerza para resistir el mal, y la tendréis; pedid la asistencia de los buenos espíritus, y vendrán a acompañaros, y como el ángel a Tobías, os servirán de guías; pedid buenos consejos y nunca os serán rehusados; llamad a nuestra puerta y se os abrirá; pero llamad sinceramente, con fe, fervor y confianza, presentáos con humildad y no con arrogancia: sin esto quedaréis abandonados a vuestras propias fuerzas, y los mismos desengaños que tengáis serán el castigo de vuestro orgullo.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXV - Buscad y encontraréis - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 11 de janeiro de 2014

Llevar su cruz

17. Bienaventurados seréis, cuando os aborrecieran los hombres y os apartaren de sí, y os ultrajaren y desecharen vuestro nombre como malo por el Hijo del hombre. - Gozáos en aquel día y regocijáos: porque vuestro galardón grande es en el Cielo: porque de esta manera trataban a los profetas los padres de ellos. (San Lucas, cap. VI, v. 22 y 23).

18. Y convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: si alguno quiere seguirme niéguese a sí mismo: y tome su cruz, y sigame. - Porque el que quisiera salvar su vida la perderá, mas el que perdiese su vida, por mí y por el Evangelio la salvará. - Porque, ¿qué aprovechará al hombre si granjease todo el mundo y pierde su alma? (San Marcos, cap. VIII, v. 34 a 36. - San Lucas, cap. IX, v. 23 a 25. - San Mateo, cap. X, v. 33. - San Juan, cap. XII, v. 24 y 25).

19. Regocijáos, dijo Jesús, cuando los hombres os aborrecerán y os perseguirán por mi causa, porque el cielo os recompensará. Estas palabras pueden traducirse de este modo: Sed felices cuando los hombres, por su mal querer hacia vosotros, os proporcionen la ocasión de probar la sinceridad de vuestra fe, porque el mal que os hacen se vuelve en provecho vuestro. Compadecedles, pues, por su ceguedad, y no les maldigáis.

Después añade: "Que el que quiera seguirme lleve su cruz"; es decir, que sobrelleve con ánimo las tribulaciones que su fe le proporcionará; porque el que quisiera salvar su vida y sus bienes renunciando a mí, perderá las ventajas del reino de los cielos, mientras que aquellos que lo habrán perdido todo en la tierra, y aun la vida por el triunfo de la verdad, recibirán en la vida futura el precio de su valor, de su perseverancia y de su abnegación; pero aquellos que sacrifican los bienes celestes a los goces terrestres, Dios dice: Vosotros habéis recibido ya vuestra recompensa.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIV - No pongáis la lámpara debajo del celemín - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 10 de janeiro de 2014

Valor de la fe

13. Todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, lo confesaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos. - Y el que me negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos. (San Mateo, cap. X, v. 32 y 33).

14. Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se afrentará de él el hijo del hombre, cuando viniere de su majestad, y con la del Padre, y de los santos ángeles. (San Lucas, cap. IX, v. 26).

15. El valor de la opinión se ha tenido siempre en estima por los hombres, porque es un mérito de desafiar los peligros, las persecuciones, las contradicciones y aun los simples sarcasmos a que se expone casi siempre el que no teme confesar muy alto las ideas que no son de todo el mundo. En esto, como en todo, el mérito está en razón de las circunstancias y de la importancia del resultado. Siempre hay debilidad en retroceder ante las consecuencias de su opinión y regenerarla, pero hay casos en que es una cobardía tan grande como huir en el momento del combate.

Jesús anatematiza esta cobardía desde el punto de vista especial de su doctrina, diciendo que si alguno se afrentare de sus palabras, también se afrentará de El; que El negará al que le niegue; que el que le confesará ante los hombres le reconocerá ante su Padre que está en los cielos; en otros términos: "Los que temerán el confesarse discípulos de la verdad, no son dignos de ser admitidos en el reino de la verdad". Perderán el beneficio de su fe, porque es una fe egoísta que guardan para ellos mismos, pero que la ocultan por miedo de que les ocasione perjuicio en este mundo, mientras que aquellos que colocando la verdad sobre sus intereses materiales la proclaman abiertamente, trabajan al mismo tiempo para su porvenir y para el de los otros.

16. Lo mismo sucederá con los adeptos del Espiritismo, puesto que su doctrina no es otra que el desarrollo y aplicación de la del Evangelio; a ellos se dirigen también las palabras de Cristo. Siembran en la tierra lo que recogerán en la vida espiritual; allí recogerán los frutos de su valor o de su debilidad.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIV - No pongáis la lámpara debajo del celemín - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 9 de janeiro de 2014

Los sanos no tienen necesidad de médico

11. Y acaeció que estando Jesús sentado a la mesa en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con El, y con sus discípulos. - Y viendo esto los fariseos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? - Y oyéndolo Jesús, dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. (San Mateo, cap. IX, v. 10, 11 y 12).

12. Jesús se dirigía, sobre todo, a los pobres y a los desheredados, porque éstos son los que tienen más necesidad de consuelos; a los ciegos dóciles y de buena fe porque quieren ver, y no a los orgullosos, que creen poseer toda la luz y no faltarles nada. 

Estas palabras, como otras muchas, encuentran su aplicación en el Espiritismo. Algunos se admiran de que la mediumnidad se concede a gentes indignas y capaces de hacer mal uso de ella; parece, dicen, que una facultad tan preciosa debería ser atributo exclusivo de los más meritorios. 

Digamos, ante todo, que la mediumnidad consiste en una disposición orgánica de la que puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oir y hablar. De todas puede abusar el hombre en virtud de su libre albedrío, y si Dios no hubiese concedido la palabra, por ejemplo, sino a los que son incapaces de decir cosas malas, habría más mudos que parlantes. Dios, que ha dado al hombre facultades, le deja libre para usar de ellas, pero castiga siempre al que abusa.

Sin el poder de comunicar con los espíritus se hubiese dado sólo a los más dignos, ¿quién se atrevería a solicitarlo? Además, ¿en dónde estaría el límite de la dignidad? La mediumnidad se ha dado sin distinción a fin de que los espíritus puedan llevar la luz a todas partes, a todas las clases de la sociedad, así a la casa del pobre como a la del rico, lo mismo entre los prudentes para fortificarles en el bien, que entre los viciosos, para corregirles. ¿Acaso no son éstos últimos los enfermos que necesitan el médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del pecador, le privaría del socorro que puede sacarle del cenagal? Los espíritus buenos vienen, pues, en su ayuda, y los consejos que recibe directamente son de tal naturaleza que le impresionan con más viveza que si los recibiera por caminos indirectos. Dios, en su bondad, para ahorrarle el trabajo de ir a buscar la luz más lejos, se la pone en la mano; ¿no es mucho más culpable si no la mira? ¿Puede excusarse con la ignorancia cuando él mismo haya escrito, visto, oído y pronunciado su propia condenación? Si no se aprovecha entonces es cuando es castigado por haber pervertido sus facultades, apoderándose de ella los malos espíritus para observarle y engañarle, sin perjuicio de las aflicciones reales con que Dios castiga a sus servidores indignos y a los corazones endurecidos por el orgullo y el egoísmo.

La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habitales con los espíritus superiores, sino que es sencillamente una "aptitud" para servir de instrumento más o menos flexible a los espíritus en general. El buen medium no es, pues, el que comunica fácilmente, sino el que es simpático a los buenos espíritus y sólo está asistido por ellos. Unicamente en este sentido es poderosa la excelencia de las cualidades morales sobre la mediumnidad.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIV - No pongáis la lámpara debajo del celemín - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quarta-feira, 8 de janeiro de 2014

No vayáis a camino de gentiles

8. A estos doce envió Jesús mandándoles y diciendo: No vayáis a camino de gentiles, ni entréis en las ciudades de los Samaritanos. - Mas id antes a las ovejas, que perecieron de la casa de Israel. - Id y predicad diciendo: Que se acercó el reino de los cielos. (San Mateo, cap. X, v. 5, 6 y 7).

9. Jesús prueba en diferentes circunstancias que sus miras no están circunscritas al pueblo judío, sino que abrazan a toda la humanidad. Si, pues, dijo a sus apóstoles que no fuesen entre paganos, no fué porque desdeñase la conversión de éstos, lo que hubiera sido poco caritativo, sino porque los judíos, que creían en la unidad de Dios y esperaban el Mesías, estaban preparados por las leyes de Moisés y de los Profetas a recibir su palabra. Entre los paganos, faltando la base, todo estaba por hacer, y los apóstoles aún no estaban bastante ilustrados para tan ruda tarea; por esto les dijo: Id al rebaño descarriado de la casa de Israel, es decir, id a sembrar en un terreno ya desmontado, sabiendo bien que la conversión de los gentiles vendría a su tiempo. En efecto, más tarde los apóstoles fueron a plantar la cruz en el mismo centro del paganismo.

10. Estas palabras pueden aplicarse a los adeptos y a los propagadores del Espiritismo. Los incrédulos sistemáticos, los burlones obstinados, los adversarios interesados, son, para ellos, lo que los gentiles eran para los apóstoles. A ejemplo de éstos, que busquen primero los prosélitos entre las gentes de buena voluntad, a los que desean la luz, en quienes se encuentra un germen fecundo y el número es grande: sin perder el tiempo con aquellos que rehusan ver y oir y se resisten tanto más por el orgullo, cuanto más valor se quiere dar a su conversión. Más vale abrir los ojos a cien ciegos que deseen ver claro, que a uno solo que se complace en la obscuridad, porque es aumentar el número de los adeptos de una causa en más grande proporción. Dejar a los otros en paz, no es indiferencia, sino buena política; ya les tocará su turno cuando serán dominados por la opinión general y cuando oirán sin cesar repetir la mismacosa a su alrededor; entonces creerán aceptar la idea voluntariamente y no bajo las impresiones de un individuo. Además, hay ideas que son como las semillas: que no pueden germinar antes de la estación y aun únicamente en un terreno preparado; por esto es mejor esperar el tiempo propicio y cultivar primero las que germinan, y no ser que aborten las otras precipitándolas demasiado.

En tiempo de Jesús, y a consecuencia de las ideas limitadas y materiales de la época, todo estaba circunscrito y localizado; la casa de Israel era un pequeño pueblo y los gentiles eran los pueblos pequeños que existían a su alrededor; hoy las ideas se universalizan y se espiritualizan. La nueva luz no es privilegio de ninguna nación; para ella no existen barreras; tiene su hogar en todas partes y todos los hombres son hermanos. Mas los espiritistas tampoco son un pueblo: es una opinión que se encuentra en todas partes, y cuya verdad triunfa poco a poco, como el cristianismo ha triunfado del paganismo. Ya no se le combate con armas de guerra, sino con el poder de la idea.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIV - No pongáis la lámpara debajo del celemín - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

terça-feira, 7 de janeiro de 2014

Lámpara debajo del celemín

1. Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín sino sobre el candelero, para que alumbre, a todos los que están en la casa. (San Mateo, cap. V, y. 15).

2. Nadie enciende una antorcha y la cubre con alguna vasija, o la pone debajo de la cama: mas la pone sobre el candelero, para que vean la luz los que entran. - Porque no hay cosa encubierta que no haya de ser manifestada: ni escondida, que no haya de ser descubierta y hacerse pública. (San Lucas, capítulo VIII, v. 16 y 17).

3. Y llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? - Y les respondió y dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos: mas a ellos no les es dado. - Porque al que tiene se le dará y tendrá más, mas el que no tiene aún lo que tiene se le quitará. - Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no lo ven, y oyendo no oyen ni entienden. -Y se cumple en ellos la profecía de Isaías que dice: De todo oiréis y no entenderéis; y viendo, veréis y no veréis. - Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y cerraron sus ojos: para que no vean de los ojos, y oigan de las orejas, y del corazón entiendan; y se conviertan, y los sane. (San Mateo, cap. XIII, v. de 10 a 15).

4. Nos maravillamos cuando oímos decir a Jesús que es menester no dejar la luz debajo del celemín, mientras que él mismo oculta sin cesar el sentido de sus palabras bajo el velo de la alegoría que no puede ser comprendida de todos. El lo explica diciendo a sus apóstoles: Les hablo por parábola, porque no están en estado de comprender ciertas cosas; ven, miran, oyen y no comprenden; decírselo todo sería inútil en este momento; pero a vosotros os lo digo, porque os es dado comprender estos misterios. Obraba, pues, con el pueblo, como se hace con los niños cuyas ideas no están aún desarrolladas. De este modo indica el verdadero sentido de la máxima: "Nadie enciende una antorcha y la cubre con una vasija, o la pone debajo de la camá, mas la pone sobre el candelero, para que vean la luz los que entran". No significa que sea necesario revelar todas las cosas inconsiderablemente: toda enseñanza debe ser proporcionada a la inteligencia de aquel a quien se dirige, porque hay gentes a quienes una luz demasiado viva las deslumbra sin darles claridad.

Lo mismo sucede con los hombres en general que con los individuos; las generaciones tienen su infancia, su juventud y su vejez; cada cosa debe venir a su tiempo, pues el grano sembrado fuera de la estación no fructifica. Mas lo que la prudencia aconseja callar momentáneamente, debe descubrirse más o menos tarde, porque llegados a cierto grado de desarrollo, los hombres buscan ellos mismos la luz viva; la obscuridad les pesa. Habiéndoles dado Dios la inteligencia para comprender y guiarse en las cosas de la tierra y del cielo, quieren razonar su fe; entonces es cuando no se debe poner la antorcha debajo del celemín, porque "sin la luz de la razón, la fe se debilita".

5. Si, pues, en su sabia previsión, la Providencia sólo revela las verdades gradualmente, las descubre siempre que la humanidad está en disposición de recibirlas; las tiene reservadas, pero no debajo del celemím. En cambio, los hombres que están en posesión de estas verdades, la mayor parte de las veces sólo las ocultan con la idea de dominar; verdaderamente ellos son los que ponen la luz debajo del celemín. Así es que todas las religiones han tenido sus misterios, cuyo examen prohiben; pero mientras esas religiones van quedando rezagadas, la ciencia y la inteligencia han marchado y han roto el velo del misterio; el vulgo se ha vuelto adulto y ha querido penetrar en el fondo de las cosas, y ha sido cuando ha expulsado de su fe lo que era contrario a la observación.

No puede haber misterios absolutos, y Jesús está en lo verdadero cuando dijo que no hay nada secreto que no deba ser conocido. Todo lo que está oculto será descubierto algún día; y lo que el hombre no puede aún descubrir en la tierra, le será sucesivamente descubierto en los mundos más avanzados y cuando esté purificado; en la tierra está aún en las tinieblas.

6. Se pregunta: ¿qué provecho pudo el pueblo sacar de esta multitud de parábolas cuyo sentido estaba oculto para él? Es de notar que Jesús no se expresaba con parábolas sino respecto a las partes, hasta cierto punto abstractas, de su doctrina; pero habiendo hecho de la caridad hacia el prójimo y de la humildad la condición expresa de salvación, lo que dijo concerniente a esto es perfectamente claro, explícito y sin ambigüedad. Así debió ser, porque es la regla de conducta, regla que todo el mundo debía comprender para poderla practicar; es la esencial para la multitud ignorante a la que se limitaba a decir: Esto es lo que debéis hacer para alcanzar el reino de los cielos. Sobre los otros puntos sólo desarrollaba su pensamientos a sus discípulos, estando éstos más adelantados, moral e intelectualmente. Jesús había podido iniciarles en las verdades más abstractas; por esto dijo: "A los que tienen se les dará más".

Sin embargo aun con sus apóstoles se dejó en la vaguedad muchos puntos, cuya completa inteligencia estaba reservada a los tiempos ulteriores. Estos son los puntos que han dado lugar a interpretaciones tan diversas, hasta que la ciencia por un lado y el Espiritismo por otro han hecho comprender su sentido verdadero.

7. El Espiritismo viene hoy a hacer luz sobre una porciónde puntos obscuros; sin embargo, no la hace inconsideradamente. Los espíritus proceden en sus instrucciones con una admirable prudencia; sólo sucesiva y gradualmente han abordado las diferentes partes conocidas de la doctrina y del mismo modo serán reveladas las otras a medida que llegue el tiempo de hacerlas salir de la obscuridad. Si la hubiesen presentado completa al principio, sólo hubiera sido accesible a un reducido nilmero; hubiera asustado hasta a los que no estaban preparados, y esto hubiera sido un obstáculo para su propagación. Si, pues, los espíritus no lo dicen aún todo ostensiblemente, no es porque haya en la doctrina misterios reservados para los privilegiados, ni que pongan la antorcha debajo del celemín, sino porque cada cosa debe venir en tiempo oportuno. Dejan que una idea madure y se propague antes de presentar otra, "y que preparen su aceptación los acontecimientos". 

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIV - No pongáis la lámpara debajo del celemín - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

segunda-feira, 6 de janeiro de 2014

Yo no he venido a traer la paz, sino la división

9. No penséis que vine a meter paz sobre la tierra; no vine a meter paz sino espada; - porque vine a separar al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y la nuera contra su suegra. - Y los enemigos del hombre, los de su casa. (San Mateo, cap. X, v. 34, 35 y 36).

10. Fuego vine a poner en la tierra; ¿y qué quiero sino que arda? - Con bautismo es menester que yo sea bautizado; ¡y cómo me angustio basta que se cumpla! - ¿Pensáis que soy venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino división; - porque de aquí en adelante habrán cinco en una casa divididos, los tres estarán contra los dos, y los dos contra los tres. - Estarán divididos: el padre contra el hijo, y el hijo contra su padre, la madre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra. (San Lucas, cap. XII, v. de 49 a 53).

11. ¿Es el mismo Jesús y la personificación de la benignidad y de la bondad, y que no cesó de predicar el amor al prójimo, el que pudo decir: Yo no he venido a meter paz, sino espada; he venido a separar al hijo de su padre, al esposo de su esposa; he venido a poner fuego sobre la tierra y lo que quiero es que arda? ¿Acaso estas palabras no están en contradicción manifiesta con su enseñanza? ¿No es blasfemia atribuirle el lenguaje de un conquistador sanguinario y devastador? No, no hay blasfemia ni contradicción en estas palabras, porque El es quien las pronunció y ellas atestiguan su alta sabiduría; sólo que su forma, un poco equívoca, no expresa exactamente su pensamiento, y esta es la causa por la que se ha entendido mal su sentido verdadero. Tomadas literalmente tendrían por objeto transformar su misión, enteramente pacífica, en misión de turbulencias y discordias, consecuencias absurdas que el buen sentido rechaza, porque Jesús no podía desmentirse.

12. Toda idea nueva necesariamente encuentra oposición, y no hay una sola que se haya establecido sin luchas, puesto que en semejante caso la resistencia está siempre en relación a la importancia de los resultados "previstos", porque cuanto más grande es, mayores intereses lastima. Si es notoriamente falsa, y si se juzga, sin consecuencia, nadie hace caso y se la deja pasar sabiendo que no tiene vida. Pero si es verdadera, si descansa sobre una base sólida, si se entrevé su porvenir, un secreto presentimiento advierte a sus antagonistas que es una desgracia para ellos y para el orden de las cosas en cuyo sostenimiento están interesados; por este motivo la persiguen lo mismo que a sus partidarios.

13. Jesús vino a proclamar la doctrina que minaba por su base el abuso en que vivían los fariseos, los escribas y los sacerdotes de su tiempo; por esto también le hicieron morir, creyendo matar la idea matando al hombre; pero la idea sobrevivió porque era verdadera; se engrandeció porque estaba en los designios de Dios, y salida de un pueblo obscuro de la Judea fué a plantar su estandarte en la misma capital del mundo pagano, en presencia de sus enemigos más encarnizados, de los que tenían más interés en combatirla porque echaba por el suelo creencias seculares que muchos sostenían más bien por interés que por convicción. Allí esperaban a sus apóstoles las luchas más terribles; las víctimas fueron innumerables, pero la idea se engrandeció siempre y salió triunfante, porque sobrepujaba en verdad a las anteriores.

14. Es preciso notar que el cristianismo llegó cuando el paganismo estaba en decadencia, y se debatía contra las luces de la razón. Se practicaba aún por fórmula, pero la creencia había desaparecido; sólo el interés personal la sostenía. Pero el interés es tenaz; nunca cede a la evidencia irritándose tanto más cuanto más perentorios son los razonamientos que se le oponen y le demuestran mejor su error; sabe bien que está en él, mas esto no le conmueve, porque la verdadera fe no está en su alma; lo que más teme es la luz que abre los ojos de los ciegos; este error lo aprovecha, y por esto se aferra a él y lo defiende.

¿Sócrates no había, también, emitido una doctrina análoga, hasta cierto punto, a la de Cristo? ¿Por qué, pues, no prevaleció en aquella época en uno de los pueblos más inteligentes de la tierra? Es que el tiempo no había llegado aún; Sócrates sembró en una tierra que no estaba trabajada; el paganismo aun no se había "gastado". Cristo recibió su misión providencial en tiempo propicio. Todos los hombres de su época no estaban, ni mucho menos, a la altura de las ideas cristianas; pero había una aptitud más general en asimilárselas porque se empezaba a sentir el vacío que las creencias vulgares dejaban en el alma. Sócrates y Platón abrieron el camino y predispusieron los espíritus.

15. Desgraciadamente los adeptos de la nueva doctrina no se entendieron sobre la interpretación de las palabras del maestro, la mayor parte cubiertas con el velo de las alegorías y de la figura; de aquí nacieron, desde el principio, las sectas numerosas que todas pretendían tener la verdad exclusiva, y que diez y ocho siglos no han podido poner de acuerdo. Olvidando el más importante de los divinos preceptos, aquel del que Jesús había hecho la piedra angular de su edificio y la condición expresa de salvación, la caridad, la fraternidad y el amor al prójimo, esas sectas se anatematizaron mutuamente y se arrojaron unas contra otras, destruyendo las más fuertes a las más débiles, ahogándolas en la sangre, en los tormentos y en las llamas de las hogueras. Los cristianos vencedores del paganismo, de perseguidos se hicieron perseguidores, y a sangre y fuego plantaron en ambos mundos la cruz del cordero sin mancha. Es un hecho constante que las guerras de religión han sido las más crueles y han hecho más víctimas que las guerras políticas, y que en ninguna de éstas se han cometido más actos de atrocidad y barbarie que en aquéllas.

¿Acaso está la falta en la doctrina de Cristo? No, ciertamente, porque condena formalmente toda violencia. ¿Dijo nunca a sus discípulos, id y matad, destrozad, quemad a los que no crean lo que vosotros? No, sino que les dijo todo lo contrario: Todos los hombres son hermanos y Dios es soberanamente misericordioso; amad a vuestro prójimo, amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os persiguen. Les dijo más: El que mata por la espada, perecerá por la espada. La responsabilidad no está, pues, en la doctrina de Jesús, sino en los que la han interpretado falsamente y han hecho de ella un instrumento para servir a sus pasiones; está en los que han desconocido estas palabras: "Mi reino no es de este mundo".

Jesús, en su profunda sabiduría, preveía lo que iba a suceder; estas cosas eran inevitables, por ser inherentes a la inferioridad de la naturaleza humana, que no podía transformarse repentinamente. Era preciso que el cristianismo pasase por esta larga y cruel prueba de diez y ocho siglos para manifestar todo su poder, porque a pesar de todo el mal cometido en su nombre ha salido puro; jamás se le ha puesto en tela de juicio; la culpa ha recaído siempre sobre los que han abusado de él; a cada acto de intolerancia se ha dicho siempre: Si el cristianismo fuese mejor comprendido y mejor practicado, no hubiera sucedido esto.

16. Cuando Jesús dijo: No creáis que haya venido a poner paz, sino división, su pensamiento fué este: "No creáis que mi doctrina se establezca pacíficamente; traerá luchas sangrientas, a las que mi nombre servira de pretexto, porque los hombres no me habrán comprendido o no me habrán querido comprender; los hermanos separados por su creencia sacarán la espada uno contra otro, y la división reinará entre los miembros de una misma familia que no tendrá la misma fe. Yo he venido a poner el fuego en la tierra para limpiarla de los errores y de las preocupaciones, del mismo modo que se pone fuego en un campo para destruir las malas hierbas, y por mi parte quiero que arda para que la purificación sea más pronta, porque de este conflicto saldrá triunfante la verdad; a la guerra sucederá la paz, al encono de los partidos la fraternidad universal, a las tinieblas del fanatismo la luz de la fe razonada. Entonces, cuando el campo esté preparado, "os enviaré el Consolador, el Espíritu de Verdad que vendrá a restablecer todas las cosas"; es decir, que haciendo conocer el verdadero sentido de mis palabras, que los hombres, ya más ilustrados, podrán por fin comprender, pondrán término a la lucha fratricida que divide a los hijos de un mismo Dios. Cansados, por último, de un combate sin consecuencias, que arrastra tras sí la desolación y lleva la turbación hasta el seno de las familias, los hombres reconocerán en dónde están sus verdaderos intereses para este mundo y para el otro; verán de qué lado están los amigos y enemigos de su reposo. Entonces todos se agruparán bajo una misma bandera: la de la caridad, y las cosas se restablecerán en la tierra según la verdad y los principios que os he enseñado". 

17. El Espiritismo viene a realizar, en el tiempo predicho, las promesas de Cristo; sin embargo, esto no puede hacerse sin destruir los abusos; como Jesús, encuentra a su paso el orgullo, el egoísmo, la ambición, la avaricia y el ciego fanatismo, que, acosados en sus últimos atrincheramientos, intentan cortarle el camino y le suscitan trabas y persecuciones; por esto le es necesario también combatir; pero el tiempo de las luchas y de las persecuciones sangrientas ha pasado; las que se tendrán que sufrir serán enteramente morales, y el término se acerca; las primeras han durado siglos; éstas durarán apenas algunos años, porque la luz, en lugar de salir de un solo foco, sale de todos los puntos del globo y abrirá más pronto los ojos a los ciegos.

18. Aquellas palabras de Jesús deben, pues, entenderse en el sentido de que manifestaban la cólera que él preveía que su doctrina iba a levantar los conflictos momentáneos que iban a ser su consecuencia, las luchas que tendrían que sostenerse antes de establecerse, como sucedió con los Hebreos antes de entrar en la Tierra prometida, y no como un designio premeditado por su parte de sembrar el desorden y la confusión. El mal debía venir de los hombres y no de El. Es como el médico que va a curar, pero cuyos remedios provocan una crisis saludable removiendo los humores malsanos del enfermo.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIII - Moral extraña - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sábado, 4 de janeiro de 2014

Dejad a los muertos el cuidado de enterrar a sus muertos

7. Y a otro dijo: Sígueme. Y él respondió: Señor, déjame ir antes a enterrar a mi padre. - Y Jesús le dijo: deja que los muertos entierren a sus muertos; mas tú ve y anuncia el reino de Dios. (San Lucas, cap. IX, v. 50 y 60).

8. ¿Qué pueden significar estas palabras: "Deja que los muertos entierren a sus muertos"? Las consideraciones que proceden manifiestan, en primer lugar, que en las circunstancias en que fueron pronunciadas no podían expresar una reprobación contra el que miraba como un deber de piedad filial el ir a enterrar a su padre; pero encierran un sentido profundo que sólo un conocimiento más completo de la vida espiritual podía hacer comprender.

En efecto: la vida espiritual es la vida verdadera, es la vida normal del espíritu; su existencia terrestre sólo es transitoria y pasajera; es una especie de muerte si se la compara con el esplendor y la actividad de la vida espiritual. El cuerpo no es otra cosa que un hábito grosero que reviste momentáneamente el espíritu, verdadera causa que le une al terrón de tierra, y es feliz cuando queda libre de ella. El respeto que se tiene por los muertos no es por la materia, sino por el recuerdo del espíritu ausente; es análogo al que se tiene por los objetos que le pertenecieron, que él tocó y que los que le han amado guardan como reliquias. Esto es lo que aquel hombre no podía comprender por sí mismo; Jesús se lo enseñó diciéndole: "No os inquietéis por el cuerpo; antes bien, cuidad al espíritu id a enseñar el reino de Dios; id a decir a los hombres que su patria no está en la Tierra, sino en el Cielo, en donde se encuentra la verdadera vida".

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIII - Moral extraña - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

sexta-feira, 3 de janeiro de 2014

Dejar a su padre, a su madre y a sua hijos

4. Y cualquiera que dejare, casa o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierra por mi nombre, recibirá ciento por uno y poseerá la vida eterna. (San Mateo, cap. XIX, v. 29).

5. Y dijo Pedro: Bien ves que nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido. - El les dijo: En verdad os digo, que ninguno hay que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujeres, o hijos por el reino de Dios, - que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna. (San Lucas, cap. XVIII, v. 28, 29 y 30).

6. Y otro le dijo: Te seguiré, Señor, mas primeramente déjame ir a dar disposición de lo que tengo en mi casa. - Jesús le dijo: Ninguno que pone su mano en el arado y mira atrás, es apto para el de Dios. (San Lucas, cap. XI, v. 61 y 62.)

Sin discutir las palabras, es preciso buscar aquí el pensamiento, que evidentemente era éste: "Los intereses de la vida futura sobrepujan  a todos los intereses y a todas las consideraciones humanas, porque está conforme con el fondo de la doctrina de Jesús, mientras que la idea de renunciar a la familia seria la negación. 

¿Acaso no tenemos a la vista la aplicación de estas máximas, en el sacrificio de los intereses y de los efectos de familia por la patria? ¿Se vitupera a un hijo porque deja a sus padres, a sus hermanos, a su mujer y a sus hijos, para marchar en defensa de su país? ¿No se le atribuye, por el contrario, un mérito por abandonar las comodidades del hogar doméstico, los lazos de la amistad, para cumplir con un deber? Hay, pues, deberes mayores unos que otros. ¿No impone la ley la obligación a la hija de dejar a sus padres para seguir a su esposo? El mundo está lleno de casos en que las más penosas separaciones son necesarias, pero no por eso se rompen los afectos; el alejamiento no disminuye ni el respeto ni la solicitud que se debe a los padres, ni la ternura por los hijos. Se ve, pues, que aun tomadas literalmente, a excepción de la palabra "aborrecer", aquellas no son negación del mandamiento que prescribe honrar padre y madre, ni el sentimiento de ternura paternal, mayormente si en ellas se busca el sentido propio. Estas palabras tenían por objeto enseñar, por medios de un hipérbole, cuán imperioso era el deber de ocuparse de la vida futura. Por otra parte, poco podían ofender a un pueblo y en una época en que, a consecuencia de las costumbres, los lazos de la familia tenían menos fuerza que una civilización moral más avanzada; más débiles estos lazos en los pueblos primitivos, se fortifican con el desarrollo de la sensibilidad y del sentido moral. La separación es, asimismo, necesaria para el progreso; sucede en las familias como en las razas, que se bastardean si no hay cruzamiento y si no se injertan las unas con las otras; es una ley de la naturaleza, tanto en interés del progreso moral como físico.

Aquí las cosas se miran desde el punto de vista terrestre; el Espiritismo nos las hace ver de más alto enseñándonos que los verdaderos lazos de afecto son los del Espíritu y no los del cuerpo; que estos lazos no se rompen ni por la separación, ni aun por la muerte del cuerpo, y que se fortifican en la vida espiritual por la purificación del espíritu; verdad consoladora que da gran fuerza para sobrellevar las vicisitudes de la vida.

- Allan Kardec.


Extraído del Capítulo XXIII - Moral extraña - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

quinta-feira, 2 de janeiro de 2014

El que no aborrece a su padre y a su madre

1. Y muchas gentes iban con él: y volviéndose, les dijo: - Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre y mujer e hijos, y hermanos y hermanas, y aun también su vida, no puede ser mi discípulo. - Y el que no lleva su cruz a cuestas y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. - Pues así cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. (San Lucas, cap. XIV, v. 25, 26, 27 y 33).

2. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí. (San Mateo, cap. X, v. 37).

3. Algunas palabras, muy extrañas, por cierto contrastan de un modo tan raro en boca de Cristo, que instintivamente se rechaza su sentido literal, y la sublimidad de su doctrina no sufre ningún menoscabo. Escritas después de su muerte, puesto que ningún Evangelio se escribió cuando vivía, es permitido creer, en este caso, que el fondo de su pensamiento no se ha transmitido bien o, lo que no es menos probable, que el sentido primitivo ha sufrido alguna alteración pasando de uno a otro idioma. Basta que la primera vez se cometiera un error, para que se haya reproducido por los que lo han repetido, como se ve muy a menudo en los hechos históricos.

La palabra "aborrece", en la frase de San Lucas: "Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre", viene comprendida en este caso; pues no hay nadie que haya tenido la idea de atribuirla a Jesús, y por lo tanto sería superfluo discutirla, y aún más procurar justificarla. Primero sería preciso saber si la pronunció, y en la afirmativa, saber si en el idioma en que se expresaba tenía esta palabra el mismo valor que en el nuestro. En este pasaje de San Juan: "El que "aborrece" su vida en este mundo la conserva para la vida eterna", es cierto que no expresa la idea que nosotros le atribuímos.

El idioma hebreo no era rico y muchas palabras tenían diferentes significaciones. Tal es, por ejemplo, la que en el Génesis designó las fases de la creación, y que servía para expresar un período de algún tiempo y la revolución diurna; de aquí vino más tarde la palabra "dia", y la creencia de que el mundo ha sido obra de seis veces veinticuatro horas. Tal es, también, la palabra, que significa "camello" y "cable", porque los cables se hacían de pelos de camello, y fué traducida por "camello", en la alegoría de pasar por el agujero de una aguja. (1)

Además, es necesario tomar en cuenta las costumbres y el carácter de los pueblos, que tanto influyen en el genio particular de sus idiomas; sin este conocimiento, el sentido verdadero sobre ciertas palabras pasa desapercibido; de un idioma al otro, la misma palabra tiene más o menos energía; puede ser una injuria o una blasfemia en uno, e insignificante en el otro, según la idea que le acompaña; en un mismo idioma ciertas palabras pierden su valor después de algunos siglos; por esto una traducción rigurosamente literal no siempre expresa perfectamente el pensamiento, y, para ser exacto, es menester algunas veces emplear, no las palabras correspondientes, sino sus equivalentes o perífrasis.

Estas observaciones encuentran una aplicación especial en la interpretación de las Santas Escrituras; y en particular de los Evangelios. Si no se toma en cuenta el centro en que vivía Jesús, se expone uno a engañarse sobre el valor de ciertas expresiones y de ciertas hechos, a consecuencia de comparar los otros a sí mismos. Bajo este supuesto es menester separar de la palabra "aborrecer" la acepción moderna como contraria al espíritu de la enseñanza de Jesús. 

- Allan Kardec.

(1) "Non odit", en latín, "kai o misei" en griego, no quiere decir "aborrecer" sí no "amar menos". Lo que expresa el verbo griego "misein", el verbo hebreo, del cual debió servirse Jesús, lo dice mejor aun; no sólo no significa "aborrecer" sino "amar menos o no amar tanto como al igual de otro". En el dialecto siriaco, del cual se dice que Jesús hacía uso a menudo, esta significación es aún más clara. En este sentido se dice en el Génesis (cap. XXIX, v. 30 y 31) "Y Jacob amó también a Rachel más que a Lia, y Jehová, viendo que Lia era "aborrecida..." Es evidente que el verdadero sentido es "menos amada", y así es como debe traducirse. En muchos otros pasajes hebreos, y sobre todo siriacos, el mismo verbo se emplea en el sentido de "no amar tanto como a otro", y sería un contrasentido traductrín por "aborrecer", que tiene otra acepción bien determinada. El texto de San Mateo, borra además, esta dificultad. (Nota de M. Pezzani).


Extraído del Capítulo XXIII - Moral extraña - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.