quarta-feira, 20 de novembro de 2013

La brevedad de la vida

12. Cuando considero cuán breve es la vida, me afecto dolorosamente por vuestra incesante preocupación, cuyo objeto es vuestro bienestar material; mientras que dais tan poca importancia y consagráis poco o ningún tiempo a vuestro perfeccionamiento moral, que debe aseguraros una eternidad. Se creería, al ver la actividad que desplegáis, que se trata de una cuestión del más alto interés para la humanidad, mientras que casi siempre se trata sólo de poneros en disposición de satisfacer necesidades exageradas: la vanidad ha de entregaros a excesos. ¡Qué penas, qué cuidados, qué tormentos no os dais, qué noches sin sueño, para aumentar una fortuna a menudo más que suficiente! Para colmo de vuestra ceguedad, no es raro ver a los que tienen un amor inmoderado a la fortuna y a los goces que procura, suietos a un trabajo penoso, valerse de una existencia llamada de sacrificios y de méritos, como si trabajasen para los otros y no para ellos mismos. ¡Insensatos! vosotros creéis realmente que os serán tomados en cuenta los cuidados y los esfuerzos cuyo móvil son el egoísmo, la ambición o el orgullo, mientras que descuidáis vuestro porvenir, lo mismo que los deberes que la solidaridad fraternal impone a todos los que gozan de la ventaja de la vida social. Vosotros sólo os habéis acordado de vuestro cuerpo; su bienestar y sus goces eran el último objeto de vuestra solicitud egoísta; por el que muere habéis descuidado vuestro espíritu, que vivirá siempre. Ese señor tan querido y acariciado se ha vuelto vuestro tirano; manda a vuestro espíritu, que se ha hecho ya su esclavo. ¿Era este el objeto de la existencia que Dios os había dado?

- Un Espíritu protector. 
Cracovia, 1861.


Extraído del Capítulo XVI - No se puede servir a Dios y a las riquezas - de "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec.

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